La práctica de rogar a
Dios por las almas del purgatorio, por la cual podemos mitigar las grandes
penas que ellas están sufriendo, y hacerlas llegar más rápidamente a la eterna
gloria, es muy agradable a Dios y beneficiosa para nosotros, pues todas ellas
son sus esposas bienaventuradas, y estarán muy agradecidas a aquellas que la
libraron de su prisión o al menos
mitigaron sus tormentos. Ciertamente, cuando ellas entren en el cielo, no se
olvidarán de quienes hayan rezados por ellas. Es una piadosa creencia que Dios permitirán
que otros recen, a su vez, por quienes hayan rezado por las benditas ánimas.
Pidamos a Jesús y a su Santísima Madre por todas las almas del purgatorio, y
sobre todo por las de nuestros padres, parientes, benefactores, amigos y
enemigos, y también por aquellas almas que no tengan a nadie que recen por
ellas.
ORACIÓN:
Dales, Señor, el descanso
eterno, y alúmbrelos la luz eterna (Salmo). A Ti, oh Dios, se deben himnos en
Sión, y se te ofrecerán votos en Jerusalén: escucha mi oración, a Ti vendrá a
parar toda carne. Dales, Señor, el descanso eterno…
MISAL DIARIO
CATÓLICO APOSTÓLICO
ROMANO-1962.
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