El
apostólico pontífice y mártir san Clemente, nació en Roma, y fué hijo de padres
nobilísimos, deudos muy cercanos de los emperadores.
Recibió la fe, el
bautismo y el sacerdocio de mano del príncipe de los apóstoles san Pedro; y se
hizo discípulo de San Pablo, a quien ayudó en la predicación del Evangelio,
como lo testifica el mismo apóstol, escribiendo a los Filipenses, cuando dice: «Yo y Clemente y los demás de mis compañeros que trabajaron
conmigo, y están sus nombres escritos en el Libro de la Vida.»
Volviendo a Roma después de varias correrías
apostólicas, san Pedro le consagró obispo, y le instituyó sucesor suyo; aunque
él, teniéndose por indigno, dio su lugar a san Lino y a san Cleto, a cuya muerte
tomó Clemente el gobierno de la Iglesia.
Siendo sumo pontífice, señaló siete notarios, y los
repartió en los barrios de Roma, para que tuviesen cuenta de inquirir y
escribir las batallas y triunfos de los mártires. Estando la Iglesia de Corinto
alterada por divisiones y cismas, escribió san Clemente dos admirables
epístolas a aquella cristiandad, con las cuales, dice san Ireneo, restableció
la fe y la caridad entre los hermanos de Corinto; y les recordó las tradiciones
que habían recibido por ministerio de los apóstoles.
Predicaba la palabra de Dios con tanto
espíritu, que muchos gentiles se convertían a la fe, y algunos se daban a toda
perfección, y seguían los consejos evangélicos; por lo cual, los sacerdotes de
los ídolos persiguieron a san Clemente, y alborotaron al pueblo contra él, y le
acusaron delante de Mamertino, prefecto de Roma.
Consultado por el
prefecto el emperador Trajano, mandó que Clemente, o sacrificase a los dioses,
o fuese desterrado a Quersona, en el Ponto Euxino. Prefiriendo el santo el
destierro, halló en él más de dos mil cristianos desterrados por el mismo
emperador, y condenados a cortar y llevar piedra. Padecían gran falta de agua;
y enternecido el santo, hizo oración al Señor, la cual acababa, alzó los ojos y
vio un cordero que levantaba el pie derecho, como señalando donde hallarían
agua: y llegándose a aquel lugar, dio con un azadón un golpe, y brotó luego una
fuente de agua clara y abundante.
Como por este milagro
se convirtiese gran muchedumbre de gentiles, mandó el emperador a aquellas
partes a un presidente, llamado Aufidiano, el cual hizo grande estrago en los
fieles de Cristo; y mandó que llevasen a san Clemente dentro, en alta mar,
donde, con una pesada áncora al cuello, fuese sumergido en las aguas. Con este
linaje de muerte alcanzó el venerable pontífice la palma del martirio.
Reflexión: Para estorbar
que los cristianos recogiesen y venerasen las sagradas reliquias de san
Clemente, ordenó el prefecto gentil que fuese sepultado en el fondo del mar:
pero el Señor hizo que el mar se retrajese tres millas, hasta descubrir el
santo cuerpo que hallaron los cristianos puesto en un templo y sepulcro de
mármol, y junto a él el áncora con que había sido arrojado al agua. Y en
tiempos de Nicolao I fué trasladado a Roma aquel venerable cadáver, y colocado
con gran solemnidad en una iglesia de su nombre. ¡Así quiere Dios nuestro
Señor, que sean veneradas las sagradas reliquias de sus santos!
Oración: ¡Oh Dios! que
cada año nos alegras con la festividad de san Clemente, tu pontífice y mártir;
concédenos benigno, que, pues celebramos su nacimiento para el cielo, imitemos
la paciencia que mostró en su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA-1946
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