Durante la cruel y bárbara persecución suscitada contra los cristianos por el emperador Diocleciano, Maximiano Hércules, colega de aquel príncipe, ejerció inhumanidades sin cuento en la Italia, en el África, la Recia, la Norica y la alta Pannonia, cuyo gobierno le había cabido en suerte. En Ausburgo, en la Recia, prendieron entonces a una mujer llamada Afra que había sido prostituta. La condujeron a la presencia del juez, y tuvo lugar un interrogatorio célebre que nos ha conservado Ruinart, después del cual pronunció el juez esta sentencia:«Mandamos que la cortesana Afra, que dice ser cristiana, sea quemada viva por haber rehusado sacrificar a los dioses.»
Al
momento se apoderaron de ella los verdugos, y la llevaron a una isla que forma
el rio Licus cerca de la ciudad, donde le quitaron sus vestidos y la amarraron a
un poste. Alrededor de este prepararon la hoguera, y durante los preparativos,
así como después de haberle pegado fuego, Afra no cesaba de dirigir al cielo
fervorosas acciones de gracias por la merced que el Señor le dispensaba. Así
acabó esta santa la carrera de la vida, recibiendo la palma del martirio el dia
5 de agosto del año 304, muriendo también martirizada toda su familia, que
había sido bautizada con ella por san Narciso obispo de Gerona, el cual había
ido a la Recia por negocios importantes de la Iglesia, volviendo después a su
diócesis.
LA LEYENDA DE ORO—1853.
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