Dios atiende de una
manera especial a los que, por socorrer al prójimo no cuidan de sí mismos.
Fue natural de Montpellier, perteneciente
entonces a la corona de España, siendo su padre gobernador de la ciudad por los
reyes de Aragón. A la muerte de sus padres repartió
a los pobres sus bienes y, vistiéndose de peregrino, partió para Roma. En
Aquapendente halló a muchos apestados. Se fué al hospital, y de acuerdo con
el administrador, comenzó a servir a los pobres, haciendo la señal de la cruz
sobre los enfermos, y con ella quedaron sanos. Lo mismo le sucedió en Roma,
Cesena, Placencia y otras ciudades de Italia, dando
salud a todos los enfermos, y glorificando por todas partes el nombre del
Señor. Le sanó un ángel de una recia calentura con que el Señor permitió
fuese herido para ejercitar su paciencia. Hallándose
enfermo en un bosque, un perro, por providencia divina, le llevaba diariamente
de la mesa de su amo un pan para alimentarse. Volvió a Montpellier, y
creyendo que era espía le pusieron en la cárcel, hasta que al cabo de cinco
años el Señor le manifestó al mundo después de su muerte, que fué el año de 1327,
a los treinta y cuatro de su edad.
LOS HÉROES
DEL
CRISTIANISMO (1901)
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