Fué rey de Northumberland
en Inglaterra. Después de la muerte de su padre Etelfrido, se vió
obligado a refugiarse entre los pictos, y después a Irlanda, porque Edvino, que
se había apoderado de su reino, quería asesinarle. Durante su retiro de los negocios
conoció la religión cristiana y la abrazó, volviendo en seguida a su patria, y
derrotando en una gran batalla a Cada-Wello, rey de los antiguos bretones, que
en ella perdió la vida. Antes de entrar en acción, Oswaldo había mandado hacer
una gran cruz de madera, que plantó él mismo sobre una altura, gritando en
seguida a sus soldados que se Prosternasen ante el signo de la redención, y que
suplicasen al Dios de las batallas, se dignase concederles la victoria. El
sitio donde había estado clavada aquella cruz se llamó en adelante «campo del cielo,» siendo
el primer trofeo de la fe cristiana erigido en aquellas comarcas. El santo rey, vencedor de sus enemigos, dio gracias al
cielo por los favores que le dispensaba, fué generoso y clemente, y poseyó
todas las virtudes de un príncipe cristiano. Su reinado es memorable por las
sabias leyes que dio a su pueblo, y por el engrandecimiento que procuró a la
religión de Jesucristo en sus estados. Había ya gozado algunos años de
perfecta paz, cuando Penda, rey de los Mercios, le declaró guerra, y el santo
rey perdió la vida en la batalla de Marsefeld el año 642. La Iglesia le venera desde entonces sobre los altares, y
algunos Martirologios le dan el título de mártir.
LA LEYENDA DE ORO—1853.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario