La gloria del triunfo es
siempre proporcionada a la importancia del combate: por eso la gloria de María
no tiene semejante.
La gloria que goza en el Cielo la Reina de
los Ángeles, celebra hoy la santa Madre Iglesia, bajo el título de la Asunción, que sucedió al tercero día de su tránsito,
al que asistieron los apóstoles y discípulos de Cristo, Señor nuestro. Llegó después el apóstol
Santo Tomás,
y sintiendo en extremo no haberse hallado en la muerte de su querida Señora y
Maestra, deshaciéndose en lágrimas, pidió para su consuelo le dejasen ver y
venerar el preciosísimo cuerpo. Condescendiendo los demás apóstoles con su
devota petición, abrieron el sepulcro, del cual salió un olor celestial, y no
hallaron sino las sábanas y lienzos en que había sido envuelto. La Virgen había
resucitado, siendo llevada al Cielo en cuerpo y alma. Su triunfo fué el más
festivo que miraron los cielos, pues al de Jesucristo asistieron los ángeles, y
al de María asistió el mismo Cristo y los ángeles todos, asombrados de ver la
majestad y grandeza de la Virgen Madre, y Cristo la entró en su celestial
reino, y la presentó a su Eterno Padre. Fué el tránsito de la Virgen siendo de
edad de setenta y dos años.
LOS HÉROES
DEL
CRISTIANISMO (1901)
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