La humildad cristiana
brilla entre los honores del mundo, como el diamante verdadero entre los falsos.
Nació este
bienaventurado Santo en la Provenza, hijo de Carlos II, rey de las Dos
Sicilias, y sobrino de San Luis, rey de Francia. De niño fué llevado a
Barcelona en rehenes de su padre, preso por D. Pedro de Aragón en una batalla
naval. Siete años estuvo cautivo, al cabo de los cuales, aprovechándose de
aquella soledad, que le permitió ocuparse en el estudio de las letras y en la
oración, trocó sus derechos a la corona por el humilde hábito de San Francisco.
Siendo obispo de Tolosa daba de comer todos los días a veinticinco pobres,
sirviéndoles él mismo, y algunas veces de rodillas, con tanto gusto y devoción
como si en ellos viera a Jesucristo. En la hora de su tránsito, los ángeles
llevaron su alma al Cielo, cantando alegremente. Mientras le hacían las
exequias se apareció sobre el altar mayor vestido de pontifical, dando la
bendición al pueblo. Murió el día 19 de Agosto, año de 1299. El rey Alfonso de
Aragón trajo a España su cuerpo, el año 1423, y se lo venera hoy en la catedral
de Valencia.
LOS HÉROES
DEL
CRISTIANISMO (1901)
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