Era
sacerdote de la Iglesia de Roma, y se ocupaba en enterrar los cuerpos de los
mártires y escribir sus actas. Fué amigo de las santas vírgenes Pudenciana y
Práxedes, cuyos restos también sepultó y cuya vida nos dejó escrita. Toda su
existencia la consagró siempre a Dios y a su Iglesia, y fué el espejo más cabal
de su tiempo para todos los cristianos de Roma, muriendo en la misma
ciudad el día 26 de julio del año 152. Su
cuerpo, resplandeciente en la virtud de Dios, fué sepultado con grandísima
veneración en la iglesia del título de Santa Pudenciana.
LA LEYENDA DE ORO (1839).
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