El mismo dia de santa Marta hace la santa Iglesia conmemoración
de los santos mártires, Simplicio, Faustino y Beatriz, su hermana, los cuales
murieron en Roma por la fe de Cristo en la persecución de los emperadores Diocleciano
y Maximiano. Simplicio
y Faustino
fueron presos, y visto que estaban muy constantes en la fe, un vicario del
emperador los mandó atormentar, y después degollar, y echar sus cuerpos en el
río Tíber. Su santa hermana Beatriz los recogió y les dio sepultura, y después
se retiró en casa de una santa viuda, llamada Lucina, que de día y de noche, no
se ocupaba sino en oración, penitencia y obras de piedad. Siete meses duró esta
santa compañía; mas permitió el Señor que un hombre poderoso, llamado Lucrecio,
se cegase con la codicia, y pretendiese quitar a santa Beatriz una heredad que tenía,
para juntarla con otra suya. Para poderlo hacer más fácilmente, y sin costa
suya, entendiendo que era cristiana, la hizo llamar
para que sacrificase a los dioses, y como ella claramente confesase que era cristiana,
y que de ninguna manera adoraría a los dioses de palo y piedra, la hizo echar con
la cárcel, y de noche darle garrote. Con este género de muerto la gloriosa
virgen y mártir Beatriz pasó de esta vida mortal a la eterna, y su santa compañera
Lucina enterró su cuerpo junto a los de Simplicio y Faustino, sus hermanos;
y después el papa León, II de este nombre, edificó un suntuoso
templo en Roma, y trasladó a él los cuerpos de estos santos mártires. Mas para
que se vea, cuan mal suceden los consejos que se toman con la codicia, y que el
Señor al cabo descubre y castiga las marañas y artificios de los hombres
malvados; es bien que se sepa, que Lucrecio, después de la muerte de santa
Beatriz, se apoderó de su posesión y heredad (que fué el motivo de hacerla matar, aunque
con achaque y color de religión),
y el dia que se apoderó de ella, hizo un convite solemne a algunos amigos
suyos, y estando en el con mucha chacota y alegría mofándose de los santos
mártires y no cabiendo de placer, y por verse señor de la hacienda de ellos; se
halló presente una mujer con un niño en los brazos; a quien daba el pecho; y el
niño, movido de Dios, con voz clara y que todos le entendieron, dijo: Oye, Lucrecio, mataste y
poseíste y caíste en manos de tu enemigo.
Quedó pasmado Lucrecio, perdió el color y se le heló la sangre, entró luego el demonio
en él; le atormentó cruelmente por espacio de tres horas, y espiró con gran
daño de su alma, y gran provecho de muchos, que con este ejemplo entendieron
que hay premio para el bueno, y castigo para el
malo; y que Dio quita la máscara al embusto y artificio, y lo que se alcanza
por malas mañas, es cuchillo y veneno, para el que usa de ellas para
alcanzarlo.
Celebra la Iglesia fiesta
de estos santos en 29 de julio que fué el dia de su martirio, año del Señor de 302,
imperando Diocleciano y Maximiano. Hacen mención de ellos todos los
Martirologios, el romano, el de Beda, Usuardo, y Adon: y en los actos de san
Antimio, mártir, se escribe la suma de su martirio.
LA LEYENDA DE ORO (1839).
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