Santa Dorotea, tan ilustre en toda la Iglesia latina,
nació de nobles padres, en Cesárea de Capadocia, y por su honestidad y grandes
virtudes estaba puesta en los ojos de toda la ciudad.
Por esta causa, luego que llegó a
Cesárea el impío gobernador Sapricio, la mandó prender para que escarmentasen
en su cabeza los otros cristianos.
Le ordenó,
pues, que sacrificase a los dioses inmortales, como lo mandaban los
emperadores.
A esto respondió Dorotea: «Dios verdadero y emperador del cielo me ha mandado que a
él solo sirva y reconozca por Dios.
¿A quién
te parece que debemos obedecer, cuando se contradicen: al emperador del cielo o
al de la tierra?»
Se enojó el presidente con estas
razones de la santa doncella, y mandó que la
desnudasen y atormentasen en la garrucha; pero viendo que perseveraba en el
suplicio con ánimo invencible, llamó a dos hermanas que se llamaban Cristeta y
Calixta, las cuales habían sido cristianas y por temor de los tormentos habían negado
la fe, y les encargó que la tuviesen en su casa y la persuadiesen a hacer lo
que ellas habían hecho, prometiéndoles un gran premio si lo lograban.
Hicieron las dos cuanto pudieron
para derribarla, más la santa, trocando sus razones, las persuadió a ellas que
reconociesen su culpa, y de nuevo tornasen a la batalla, muriendo gloriosamente
por amor de Jesucristo.
No es para decir el coraje con que
salió de sí el feroz presidente cuando supo todo esto.
Mandó que fiasen
a las dos hermanas juntas por las espaldas, y que las echasen al fuego a los
ojos de Dorotea, mas como
ella, en lugar de espantarse, las animase diciendo: «Id, hermanas, id delante de mí al cielo», el feroz Sapricio, la condenó a subir de nuevo en la garrucha, y a ser descoyuntada y morir a puros tormentos.
Estaba la santa en el suplicio con
grande gozo, y decía al tirano: «Nunca en todos los días de mi vida he
estado tan alegre como hoy: lo uno, por haber ganado a Cristo dos almas que tú
le habías quitado, y lo otro, porque espero gozar con ellas de mi Señor».
Le aplicaban a los costados hachas
encendidas, le abrasaban las entrañas, y Dorotea, cuanto más atormentada, más
alegre se mostraba, haciendo burla de sus atormentadores.
Finalmente, cansados ya los
verdugos, y turbado y confuso Sapricio, mandó que fuese descabezada, en cuyo
tormento entregó su purísima y preciosísima alma al celestial Esposo.
El mismo día fue martirizado san
Teófilo, convertido a la fe por haberle mostrado la santa unas flores del
cielo.
Reflexión: Cuando
santa Dorotea se vio en el potro, con grande seguridad y constancia decía al
juez (Teófilo): Haz
presto lo que has de hacer para que yo vea a Aquél que es mi Esposo y nos
convida para que vayamos al paraíso de deleites, donde hay manzanas de
admirable hermosura, que duran en su frescura todos los tiempos; en donde hay
azucenas y rosas y flores innumerables que nunca se marchitan y fuentes de
aguas vivas que jamás se secan, y las almas de los santos que gozan de Cristo.
Piensa tú también en el cielo, hijo mío, que
el recuerdo de aquella eterna gloria, de que puedes gozar dentro de breve
tiempo, es suficiente para convertir en miel todas las amarguras de la vida y
de la muerte.
*
Oración: Concédenos, benignísimo Señor, por la gloriosa santa Dorotea, tu virgen
y mártir insigne, el que despreciemos las cosas de la tierra, y deseemos las
del cielo, pues por medio de la santa concediste a Teófilo, el que, despreciada
la muerte, llegase a las puertas de tu paraíso eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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