La historia de San
Longinos, a quien conmemora en este día el Martirologio Romano, se desarrolló
en la ciudad de Cesárea, en Capadocia.
Su narración es conveniente hacerla en los
mismos términos en que la hace el Beato
Santiago de Vorágine en su "Golden Legend".
De acuerdo con su relato, San Longinos fue el centurión
que, por órdenes de Pilatos, estuvo con otros soldados al pie de la cruz de
Nuestro Señor y el que traspasó Su costado con una lanza. Longinos fue quien,
al ver las portentosas convulsiones de la naturaleza que se produjeron a la
muerte de Cristo, pronunció la famosa frase que le hizo el primer convertido a
la fe cristiana: “¡Verdaderamente, Este
era Hijo de Dios!”.
También se dice de él que estaba quedándose
ciego y, al dar la lanzada, una gota de sangre del Salvador cayó sobre sus ojos
y lo dejó sano al instante. Por tal razón, abandonó la carrera de soldado y,
después de haber sido instruido por los apóstoles, llevó una vida monástica en
Cesárea, Capadocia, donde ganó muchas almas para Cristo por medio de sus
palabras y ejemplo.
Muy pronto cayó en manos de los perseguidores,
que lo llevaron a juicio. Como se rehusara a ofrecer sacrificio, el gobernador
ordenó que se le quebraran a golpes todos los dientes y que se le cortara la
lengua. Sin embargo, Longinos no perdió a consecuencia de esto la facultad de
hablar y ahí mismo, apoderándose de un hacha, redujo a fragmentos los ídolos y
gritó: “Ahora veremos si en verdad son dioses”.
Una horda de demonios salió de los ídolos, se
apoderó del gobernador y de sus ayudantes, que cayeron a los pies de Longinos, gimoteando
y emitiendo aullidos.
El santo
les dijo: “¿Por qué toman los
ídolos como morada?”.
Los
demonios contestaron: “Dondequiera que no se oiga el nombre de Cristo y no se
imponga el signo de su cruz, allí es nuestra morada”.
Entretanto,
el gobernador continuaba dando gritos estridentes, porque había quedado ciego.
Longinos
fue hacia él y le dijo: “Sábete que solamente puedes
ser curado cuando me hayas quitado la vida. Pero tan pronto como yo haya
entregado mi alma por tu acción, rogaré por ti y obtendré para ti salud, tanto
para el cuerpo como para el alma”.
Inmediatamente después, el gobernador ordenó que se le
cortara la cabeza y, tan luego como se ejecutó la orden, cayó el gobernador
sobre el cadáver y, con abundante llanto, mostró su arrepentimiento. En el
mismo momento, recuperó la cordura, así como la vista, y terminó su vida
haciendo toda clase de buenas obras.
Es evidente el carácter enteramente indigno
de confianza de este relato, que no está apoyado en ninguna evidencia de
documentos de los primeros siglos. El “centurión” de Marcos (15, 29) está identificado sin
ninguna prueba de garantía con el “soldado” (Juan
19, 34) que atravesó el
costado de Jesús. A este último, en el Evangelio apócrifo de Nicodemus,
conocido también como “Las Actas de Pilatos”, se le da el nombre de
Longinos en sus últimas recensiones; pero parece haber probabilidades de que
fue sugerido por la palabra griega δόρυ (lanza), el arma que se dice haber usado.
Existe un manuscrito sirio de los evangelios
en la Biblioteca Laurenciana en Florencia, escrito por un cierto monje Rábulo,
en 586, que contiene una miniatura de la crucifixión. En este manuscrito, el
soldado que atraviesa el costado de Nuestro Señor, tiene el nombre de Longinos
escrito sobre su cabeza en caracteres griegos. Esto, sin embrago, puede haber
sido una adición ulterior. Lo que sabemos de cierto es que hubo varias historias
diferentes en circulación respecto a Longinos, que dieron origen a diferentes
fiestas en distintas fechas.
La leyenda más notable es la de Mantua, donde se afirma
que Longinos fue a esa ciudad, poco después de la muerte de Nuestro Señor y
allí, después de predicar el Evangelio por algunos años, sufrió el martirio.
Más aún, se dice que llevó consigo una porción de la preciosa sangre derramada
sobre la cruz y que esa reliquia se conserva en Mantua, así como el cuerpo del
santo.
Hay una abundante literatura relacionada con
estas últimas fábulas. Algunos relatos se encuentran en C. Kroner, Die
Longinuslegende (1899) en R. J. Peebles, The Legend of Longinus in
Ecclesiastical Tradition and English Literature (1911). Ver también el Acta Sanctorum
marzo, vol. n y F. I. Dogler, Antike und Christentum 1. iv (1933), pp. 81-94.
VIDAS DE LOS SANTOS
DE BUTLER
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