domingo, 11 de marzo de 2018

LA MEDALLA DE SAN BENITO




Capítulo I

La imagen de la Cruz
representada en la medalla


   Basta al cristiano considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para comprender la dignidad de una medalla en la cual está representada. La Cruz fue, en verdad, el instrumento de la redención del mundo; es el árbol de salvación en que fue expiado el pecado cometido por el hombre al comer del fruto del árbol prohibido. San Pablo nos enseña que la sentencia de nuestra condenación fue clavada en la Cruz, allí pagada por la sangre del Redentor. En fin, la Cruz, saludada por la Iglesia como nuestra única esperanza, spes única, ha de aparecer en el último día sobre las nubes del cielo como trofeo de la victoria del Hombre Dios.

   La representación de la Cruz despierta en nosotros todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por el beneficio de nuestra salvación. Después del Santísimo Sacramento, nada hay sobre la tierra más digno de nuestro respeto que la Cruz; es por ello que le tributamos un culto de adoración, que se refiere a Nuestro Señor, quien la regó con su divina Sangre.

   Animados con los sentimientos de la más pura religión, los cristianos, desde el comienzo de la Iglesia, tuvieron una profundísima veneración a la imagen de la Cruz; y los Santos Padres no cesaban de alabar esta augusta señal. Cuando, después de tres siglos de persecución. Dios tuvo por bien conceder la paz a su Iglesia, apareció en el Cielo una Cruz con estas palabras: “Con este signo vencerás” y el emperador Constantino, destinatario de aquella visión que le prometía la victoria, determinó que su ejército saldría al combate, de allí en adelante, siempre bajo un estandarte que representaba la imagen de la Cruz con el monograma de Cristo; y tal estandarte fue llamado Lábaro.

   La Cruz causa terror a los espíritus malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se apresuran en soltar su presa y huir. En fin, tal es para los cristianos la importancia de la Cruz y tal la bendición que lleva consigo, que desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días conservaron inviolable la costumbre de hacer frecuentemente la señal de la Cruz sobre sí mismos, y los ministros de la Iglesia siempre la emplearon sobre los objetos que su carácter sacerdotal les da el poder de bendecir y santificar.

   Así pues, nuestra medalla, que representa en primer lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto.




Dom Prosper Guéranger O.S.B.
Abad de Solesmes

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