Fenómenos místicos extraordinarios (de orden corporal) – Perfume Sobrenatural – Por el R. P. Fray.
Antonio Roy Marín. O.P.
EL PERFUME SOBRENATURAL
El hecho. —Consiste este fenómeno— conocido
técnicamente con el nombre de osmogenesia— en
cierto perfume de exquisita suavidad y fragancia que se escapa a veces del
cuerpo mortal de los santos o de los sepulcros donde reposan sus reliquias. Acaso permite Dios este segundo aspecto del
fenómeno como símbolo del “buen olor” de
las virtudes heroicas que practicaron sus fieles servidores.
Casos históricos. —Se han dado multitud de
casos entre los santos. Los más notables son los
de Santa Ludwina, Santa Catalina de Ricci, San Felipe Neri, San Gerardo María
Mayela, San Juan de la Cruz, San Francisco de Paula, Santa Rosa de Viterbo,
Santa Gema Galgani y, sobre todo, San José de Cupertino, que en este fenómeno —lo mismo que en el de la levitación— va a la cabeza
de todos.
SAN JOSÉ de CUPERTINO |
Vamos a describir un poco el caso de este
último tal como lo resume el doctor Bon en su obra citada:
“El P.
Francisco de Angelis —uno de los testigos del proceso de beatificación— declara que no podía comparar el perfume que exhalaban su cuerpo y
sus vestidos más que al del relicario que contenía los restos de San Antonio de Padua. El P. Francisco
de Levanto lo comparaba al del breviario
de Santa Clara de
Asís,
conservado en la iglesia de San Damián.
Todas las personas cerca de
las cuales pasaba nuestro Santo sentían este olor mucho tiempo después que él
se había alejado. Su habitación estaba impregnada; se adhería a los muebles y
penetraba en los corredores del convento; de suerte que los que querían
visitarle, sin conocer su celda, podían distinguirla fácilmente por este olor,
que era de tal modo penetrante, que se comunicaba por mucho tiempo a los que
les tocaban o aun a los que les visitaban; así, el P. De Levanto lo conservó durante quince días después de una visita que le hizo en
su celda, aunque no dejaba cada día de lavarse.
La celda del Santo conservó
este buen olor durante doce o trece años...; se adhería de tal modo a sus
hábitos, que ni el jabón ni la lejía podían quitarlo. Se comunicaba a los
hábitos sacerdotales que había llevado y a los armarios en que se guardaban.
Este olor no producía ningún efecto desagradable incluso a los que no podían
sufrir perfume alguno; por el contrario, les parecía suave en extremo”
Entre
los santos cuyas reliquias o sepulcros han exhalado suaves olores se citan a San Francisco
de Asís, Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de Aquino, San Raimundo de
Peñafort, Santa Rosa de Lima, Santo Tomás de Villanueva, Santa Teresa, Santa
Francisca Romana, la Beata Catalina de Raconixio y muchos más.
Naturaleza del perfume. —
Generalmente se trata de un aroma singular que no tiene nada de común ni
parecido a los perfumes de la tierra. Los testigos que los experimentaron
agotan todas las analogías y semejanzas para dar a entender la suavidad y
fragancia de este perfume misterioso, y acaban por decir que se trata de un
aroma inconfundible, de una suerte de emanación de la bienaventuranza eterna
que no tiene nada comparable sobre la tierra.
Hay un hecho histórico a
este respecto. El perfumero de la corte de Saboya
fue enviado al convento de la Bienaventurada
María de los Ángeles para intentar reconocer la naturaleza del olor que
exhalaba la sierva de Dios. Hubo de confesar que no se parecía a ninguno de los
perfumes de acá abajo. Las religiosas, sus compañeras, solían llamarle “olor de paraíso o de santidad”
Explicación del fenómeno. —Vamos a darla en forma de
conclusiones.
Conclusión Primera: El fenómeno de los aromas exhalados
por los santos no puede explicarse naturalmente.
El cuerpo humano en
estado normal despide de sí un olor que varía según las razas, sexo,
pigmentación cutánea y pilosa y clase de alimentación.
Pero, en conjunto, todos
estos olores son poco agradables, y por eso se trata de atenuarlos o
encubrirlos con los cuidados de la higiene y el empleo de perfumes. En el
estado de enfermedad, estos olores se acentúan o modifican —olor de fiebre—,
prescindiendo de los olores netamente patológicos: bromhidrosis plantar, ocena,
etc.
¿Cómo, pues, el cuerpo
humano podrá producir por su virtud natural los suaves efluvios que exhalan los
cuerpos de los santos a veces en plena enfermedad y aun después de muertos? El
gran pontífice Benedicto XIV, con su
profunda sabiduría y buen sentido, escribe en su obra tantas veces citada: “Que el cuerpo humano pueda naturalmente no oler mal, es muy
posible; pero que huela bien está por encima de sus fuerzas naturales, como
enseña la experiencia. Por consiguiente, si el cuerpo humano, corrompido o
incorrupto, en putrefacción o sin ella..., exhala un olor suave, persistente,
que no moleste a nadie, sino que parezca agradable a todos, hay que atribuirlo
a una causa superior y hay que pensar en un milagro”.
Si a esto añadimos los
efectos sobrenaturales que suele producir el fenómeno en el alma de los que lo
perciben —devoción, paz, impulsos de
santificación, etc. —, habremos puesto fuera de duda la sobrenaturalidad
del mismo.
Pero, no obstante, hay
que asegurarse bien antes de dar el fallo definitivo, porque, como vamos a ver,
el demonio podría engañarnos fácilmente.
Conclusión segunda: El fenómeno puede tener a veces una
causa preternatural diabólica.
La razón es la misma que
hemos dado al explicar el fenómeno de las luces o resplandores. El olor, bueno
o malo, es una cosa entitativamente natural, que puede ser producida por el
demonio, ya provocando directamente el perfume con su acción invisible sobre la
materia corporal, ya por lo menos excitando en la mucosa pituitaria la
sensación subjetiva de ese olor.
Aunque de hecho los
suaves olores son raros en el mundo de la abyección, no falta algún ejemplo
histórico para ponernos en guardia. Entre las numerosas artimañas que el
demonio hizo entrar en juego para inspirar al Bienaventurado Jordán de Sajonia
pensamientos de vanagloria, fue una la de provocar una emanación deliciosa que
se escapaba de sus manos y embalsamaba todo el convento. Pero, habiendo rogado
el santo religioso al Señor que le hiciera conocer de dónde venía aquel olor,
supo por revelación que se trataba de un ardid de Satanás para tentarle de
vanidad y complacencia en sí mismo. A partir de aquel momento, el olor
desapareció completamente.
Conclusión tercera: Los suaves aromas que exhalan los
santos son una consecuencia espontánea del estado de divinización del alma o
una comunicación anticipada de las perfecciones del cuerpo glorioso.
Sería preciso cerrar los
ojos a la luz —advierte Ribet— para
desconocer el carácter sobrenatural de tales maravillas. La gracia íntima, sin
duda, es la razón de esas emanaciones deliciosas, como observan las actas de la
canonización de Santa Teresa. Cuando
Dios penetra y reina en un alma, no solamente la purifica, la ilumina, la
enciende y embalsama, sino que tiende a irradiar al exterior estas bienhechoras
influencias. Y como el hombre no se eleva al mundo invisible sino con ayuda de
las impresiones sensibles, Dios impresiona los sentidos para advertir al hombre
su presencia. El olor de santidad que exhalan de sí los santos no es más que
una de esas advertencias divinas.
En cuanto a que esta
suavidad y fragancia sea una participación anticipada de las cualidades del
cuerpo glorioso, no puede probarse apodícticamente, pero es muy probable y
racional que así sea. En este punto hacemos nuestra las siguientes palabras del
R. P. Menéndez – Reigada:
“Los teólogos no
consignan como dote del cuerpo glorificado el exhalar suavísimo perfume; mas es
de creer que así suceda, pues en el cielo, después de la resurrección de la
carne, todos los sentidos gozarán por participación de la gloria del alma; y el
olfato no podrá recrearse sino con suaves olores, que emanarán de los mismos
cuerpos bienaventurados. No es extraño, pues, que ya en esta vida los que ya
viven más en el cielo que en la tierra participen un poco de esa propiedad por
irradiación del alma semiglorificada”.
“TEOLOGÍA DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA”
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