miércoles, 1 de septiembre de 2021

EL SANTO CONDE OSORIO GUTIERREZ, MONJE —31 de agosto.


 

El santo conde Osorio fue dado a España en el siglo X para que fuese lumbrera suya y dechado de la gente principal, y aun de la familia Real con quien tenía parentesco. Se llamaron sus padres D. Gutiérrez y Doña Aldonza, los cuales ofrecieron mucha hacienda al monasterio de Celanova cuando lo edificaba san Rudesindo por los años 941. El abuelo tuvo el mismo nombre y sobrenombre de nuestro Santo; del bisabuelo dicen haber sido alférez mayor del rey D. Ramiro I en la batalla de Clavijo, y que por esta línea el señorío de Villalobos venia heredado por nuestro Conde con otros Estados que hoy forman las casas de Villafranca, Lemos y Astorga. En una escritura del año 958 que publicó Florez, el rey D. Ordoño IV, llamado por otro nombre el Malo, lo trata de tío suyo. Tuvo también nuestro Santo una hermana llamada Doña Urraca, señora de gran piedad, promovedora del verdadero culto de Dios y de todas las cosas sagradas. Por una carta suya escrita al Conde su hermano, consta que este siervo de Dios, siguiendo las huellas de sus mayores, y atendiendo a las necesidades públicas del Estado, abrazó la milicia contra los enemigos de la Religión en obsequio de Dios y de los reyes Ramiro II, Ordoño III y Sancho I. Casó con Doña Urraca Nuñez, hija de Don Nuño Osorio, y tuvo una hija llamada Doña Urraca como su madre, y dos hijos que ambos fueron condes después de la muerte de su padre; el principal fue Don Gutiérrez Osorio, muy nombrado en escrituras hacia los fines del siglo X.

 

 

   Heredó nuestro Conde muchos bienes de sus padres. Los reyes le dieron otros, y le hicieron grandes mercedes en pago de su lealtad, y de los señalados servicios que les había hecho estando de continuo en la frontera de los moros. Gran parte de sus haciendas tenía en el obispado de Mondoñedo, otras en tierra de Campos. En medio de las grandes riquezas que Dios le había dado, nunca se dejó dominar del gusto en su posesión ni corromper en su distribución. Usaba de este mundo como si no usase de él, clavados siempre los afectos de su corazón en los verdaderos e inconmutables bienes que para después de esta vida nos tiene Dios guardados. El mismo confiesa de sí que en cada lugar donde poseía algo, deseo siempre que fuese heredero participante Dios, Criador de los cielos y de la tierra, y que fuese siempre servido y adorado.

 

 

   Como estos deseos fuesen creciendo en él cada día más, muerta su mujer, viéndose con hijos, resolvió consagrar a Dios todos los bienes que tenía libres, y entregarse enteramente al servicio del Señor dejando la milicia. Para esto determinó fundar el monasterio de San Salvador en el lugar suyo de Villanueva, que estaba en el obispado de Mondoñedo, junto al riachuelo Laurenzana, no lejos del punto en que desemboca en el rio Masma, que va por Fox al mar. Habiendo comunicado su pensamiento con Teodomiro obispo de aquel territorio, para ponerlo por obra con mayor solemnidad, resolvieron que se congregasen los obispos de Galicia Ermigildo de Braga, san Rudesindo Dumiense, Gonzalo de León, Sisnando de Iría, Viliulfo de Tuy, Rodrigo, cuya iglesia no se expresa, los cuales juntos con el de Mondoñedo en Naviego, oída la propuesta de nuestro Conde que se hallaba presente, respondieron: Loamos que sea el monasterio en Villanueva para Dios y para los monjes, que le posean por los siglos de los siglos. Amén. Se hizo la escritura de esta fundación el 17 de junio del año 969. Toda ella está rebosando la piedad, la devoción y la verdadera humildad de que estaba dominado el buen Conde, y el desengaño que debia a Nuestro Señor de lo que es esta burlería y vanidad del mundo. Después de dotar en ella abundantísimamente aquel monasterio, añade: Últimamente me ofrezco a mí mismo por monje para servir a Dios en él. Esta junta de Obispos dio nueva fuerza y autoridad a la ejecución de tan santo proyecto. Quedó sujeto el monasterio al obispo de Mondoñedo así en orden a admitir monjes, a elegir abad y los demás oficios, como a corregir los abusos contrarios a la regla, bien que esto se haga con caridad, y sin molestar a los monjes. Á estos se conceden también facultad para que puedan administrar los Sacramentos a los fieles, y enterrarlos en su iglesia, de todo lo cual se hace memoria en la dicha escritura.

 


 

   Mientras se trabajaba en la fábrica del monasterio, levantaba el Conde en su corazón el edificio espiritual de la virtud para abrazar con mayor pureza aquel nuevo estado. Convocó a sus domésticos y vasallos para despedirse de todos, y pagarles si algo les debía. Les pidió perdón de los malos tratamientos y agravios que les hubiese hecho, y escribió al rey, recomendando el mérito de sus criados y de los soldados de sus pueblos que le habían servido.

 

 

   Hecho monje comenzó a andar a largos pasos por el camino de la virtud. Vivía en suma abstinencia de todas las cosas; era grandísima su humildad, pasaba los días y las noches en alizar las lámparas de la iglesia, en ayudar las misas, en barrer la iglesia y el claustro, y en servir a sus hermanos en la mesa y en cuanto podía. Para con los pobres tuvo siempre entrañas más que de madre, especialmente para con los huérfanos y extranjeros: a todos ellos servía con gran devoción como al mismo Cristo. Él era el que despertaba con las tablas a la comunidad, y tocaba las campanas a Maitines, los cuales rezaba con los demás monjes, y luego cuidaba sus estaciones y devociones hasta que era de dia; entonces se iba a preparar los altares para las misas. No se hartaba de dar gracias a Dios porque lo había librado de la borrasca deshecha del mundo, y llevándolo al puerto de la vida monástica; en pensando esto, sin querer le caían hilo a hilo las lágrimas. Bien se echa de ver cuán a gusto vivía en su estado por el ansia que tenia de coger los frutos de aquel retiro en la oración y contemplación, y en los ayunos y trabajos corporales, y aún más en el fervor con que hacia todo esto. Con licencia de la comunidad visitó los Santos Lugares de la Palestina; y vuelto al monasterio, a poco tiempo fue llamado del Señor al premio de su santa carrera. Su muerte se sabe que fue el dia último de agosto, el año no; pero habiéndose erigido el monasterio el año 969 y vivido allí el Santo algunos años, puede conjeturarse que falleció a fines del mismo siglo.

 

 




   El sepulcro donde está el cuerpo del santo Conde es vistosísimo, de mármol entre blanco y cárdeno con pintas verdes. Divulgada, por aquella tierra la fama de su santidad, desde luego obró el Señor por su intercesión muchas maravillas. Esto debió dar principio a celebración de su fiesta, la cual continuando a vista y consentimiento de los obispos, fué creciendo de dia en dia con la aclamación del pueblo, y con el aumento de los milagros, entre los cuales cuenta Yepes cuatro muertos vueltos a vida.

 



 

   Este monasterio de San Salvador de Lorenzana siempre ha sido de Benedictinos.

 

 

 

AÑO CRISTIANO

 

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

 

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.


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