El santo conde Osorio fue dado a España en el siglo X para que fuese
lumbrera suya y dechado de la gente principal, y aun de la familia Real con
quien tenía parentesco. Se llamaron sus padres D. Gutiérrez y Doña Aldonza, los
cuales ofrecieron mucha hacienda al monasterio de Celanova cuando lo edificaba
san Rudesindo por los años 941. El
abuelo tuvo el mismo nombre y sobrenombre de nuestro Santo; del bisabuelo dicen
haber sido alférez mayor del rey D. Ramiro I en la batalla de Clavijo, y que
por esta línea el señorío de Villalobos venia heredado por nuestro Conde con
otros Estados que hoy forman las casas de Villafranca, Lemos y Astorga. En una
escritura del año 958 que publicó Florez, el rey D. Ordoño IV, llamado por otro
nombre el Malo, lo trata de tío suyo. Tuvo también nuestro Santo una hermana
llamada Doña Urraca, señora de gran piedad, promovedora del verdadero culto de
Dios y de todas las cosas sagradas. Por una carta suya escrita al Conde su
hermano, consta que este siervo de Dios, siguiendo las huellas de sus mayores,
y atendiendo a las necesidades públicas del Estado, abrazó la milicia contra
los enemigos de la Religión en obsequio de Dios y de los reyes Ramiro II,
Ordoño III y Sancho I. Casó con Doña Urraca Nuñez, hija de Don Nuño Osorio, y
tuvo una hija llamada Doña Urraca como su madre, y dos hijos que ambos fueron
condes después de la muerte de su padre; el principal fue Don Gutiérrez Osorio,
muy nombrado en escrituras hacia los fines del siglo X.
Heredó nuestro Conde
muchos bienes de sus padres. Los reyes le dieron otros, y le hicieron grandes
mercedes en pago de su lealtad, y de los señalados servicios que les había
hecho estando de continuo en la frontera de los moros. Gran parte de sus
haciendas tenía en el obispado de Mondoñedo, otras en tierra de Campos. En
medio de las grandes riquezas que Dios le había dado, nunca se dejó dominar del
gusto en su posesión ni corromper en su distribución. Usaba de este mundo como
si no usase de él, clavados siempre los afectos de su corazón en los verdaderos
e inconmutables bienes que para después de esta vida nos tiene Dios guardados.
El mismo confiesa de sí que en cada lugar donde poseía algo, deseo siempre que fuese
heredero participante Dios, Criador de los cielos y de la tierra, y que fuese
siempre servido y adorado.
Como estos deseos
fuesen creciendo en él cada día más, muerta su mujer, viéndose con hijos,
resolvió consagrar a Dios todos los bienes que tenía libres, y entregarse
enteramente al servicio del Señor dejando la milicia. Para esto determinó fundar el
monasterio de San Salvador
en el lugar suyo de Villanueva, que estaba en el obispado de Mondoñedo, junto
al riachuelo Laurenzana, no lejos del punto en que desemboca
en el rio Masma, que va por Fox al mar. Habiendo comunicado su
pensamiento con Teodomiro obispo de aquel territorio, para ponerlo
por obra con mayor solemnidad, resolvieron que se congregasen los obispos de
Galicia Ermigildo de Braga, san Rudesindo Dumiense, Gonzalo de León, Sisnando
de Iría, Viliulfo de Tuy, Rodrigo, cuya iglesia no se expresa, los cuales
juntos con el de Mondoñedo en Naviego, oída la propuesta de nuestro Conde
que se hallaba presente, respondieron: Loamos que sea el monasterio en Villanueva
para Dios y para los monjes, que le posean por los siglos de los siglos. Amén. Se hizo la escritura de esta
fundación el 17 de junio del año 969. Toda ella está rebosando la piedad, la
devoción y la verdadera humildad de que estaba dominado el buen Conde, y el desengaño
que debia a Nuestro Señor de lo que es esta burlería y vanidad del mundo. Después
de dotar en ella abundantísimamente aquel monasterio, añade: Últimamente me ofrezco a
mí mismo por monje para servir a Dios en él. Esta junta de Obispos dio nueva fuerza y autoridad a la
ejecución de tan santo proyecto. Quedó sujeto el monasterio al obispo de
Mondoñedo así en orden a admitir monjes, a elegir abad y los demás oficios,
como a corregir los abusos contrarios a la regla, bien que esto se haga con
caridad, y sin molestar a los monjes. Á estos se conceden también facultad para
que puedan administrar los Sacramentos a los fieles, y enterrarlos en su iglesia,
de todo lo cual se hace memoria en la dicha escritura.
Mientras se trabajaba
en la fábrica del monasterio, levantaba el Conde en su corazón el edificio
espiritual de la virtud para abrazar con mayor pureza aquel nuevo estado.
Convocó a sus domésticos y vasallos para despedirse de todos, y pagarles si
algo les debía. Les pidió perdón de los malos tratamientos y agravios que les
hubiese hecho, y escribió al rey, recomendando el mérito de sus criados y de los
soldados de sus pueblos que le habían servido.
Hecho monje
comenzó a andar a largos pasos por el camino de la virtud. Vivía en suma abstinencia
de todas las cosas; era grandísima su humildad, pasaba los días y las noches en
alizar las lámparas de la iglesia, en ayudar las misas, en barrer la iglesia y
el claustro, y en servir a sus hermanos en la mesa y en cuanto podía. Para con
los pobres tuvo siempre entrañas más que de madre, especialmente para con los
huérfanos y extranjeros: a todos ellos servía con gran devoción como al mismo
Cristo. Él era el que despertaba con las tablas a la comunidad, y tocaba las
campanas a Maitines, los cuales rezaba con los demás monjes, y luego cuidaba
sus estaciones y devociones hasta que era de dia; entonces se iba a preparar
los altares para las misas. No se hartaba de dar gracias a Dios porque lo había
librado de la borrasca deshecha del mundo, y llevándolo al puerto de la vida monástica;
en pensando esto, sin querer le caían hilo a hilo las lágrimas. Bien se echa de
ver cuán a gusto vivía en su estado por el ansia que tenia de coger los frutos
de aquel retiro en la oración y contemplación, y en los ayunos y trabajos
corporales, y aún más en el fervor con que hacia todo esto. Con licencia de la
comunidad visitó los Santos Lugares de la Palestina; y vuelto al monasterio, a
poco tiempo fue llamado del Señor al premio de su santa carrera. Su muerte se
sabe que fue el dia último de agosto, el año no; pero habiéndose erigido el
monasterio el año 969 y vivido allí el Santo algunos años, puede conjeturarse
que falleció a fines del mismo siglo.
El sepulcro donde está el cuerpo del santo
Conde es vistosísimo, de mármol entre blanco y cárdeno con pintas verdes.
Divulgada, por aquella tierra la fama de su santidad, desde luego obró el Señor
por su intercesión muchas maravillas. Esto debió dar principio a celebración de
su fiesta, la cual continuando a vista y consentimiento de los obispos, fué
creciendo de dia en dia con la aclamación del pueblo, y con el aumento de los
milagros, entre los cuales cuenta Yepes cuatro muertos vueltos a vida.
Este monasterio
de San Salvador de Lorenzana siempre ha sido de Benedictinos.
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía
de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F.
de ISLA, de la misma Compañía.
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