COMENZAMOS: 26 de
septiembre.
FINALIZAMOS: 4 de octubre (Festividad del Santo).
La preparación para todos los días
será, después de hecha la señal de la cruz, decir con fervor y de corazón los actos de fe, esperanza y caridad, en la
forma siguiente:
ACTO DE FÉ
Creo firmemente en el Misterio de la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espirita Santo, tres
personas distintas y una sola naturaleza y esencia divina. Creo el Misterio
admirable de la Encarnación, por el cual la segunda persona de la Santísima
Trinidad, que es el Hijo, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo, en las
purísimas entrañas de María, quedando ésta virgen siempre, y verdadera Madre de
Dios. Creo que Dios es remunerador, que premia a los buenos y castiga a los
malos: y, por último, creo y confieso todo cuanto nuestra Santa Madre la
Iglesia católica apostólica y romana, tiene y enseña: y protestó vivir y morir,
con la divina gracia, en esta fe y creencia; y si tuviera mil vidas todas las
sacrificara y ofreciera en su defensa, y rubricara gustoso con mi sangre todas
las verdades católicas que la Iglesia propone, como dichas y reveladas por el
mismo Dios…
ACTOS DE ESPERANZA.
Dios mío, esperanza mía, y único refugio
mío: desconfiando enteramente de mi
miseria, en tí pongo todas mis esperanzas. Espero firmemente en tu infinita
bondad y misericordia, que arrepintiéndome como me arrepiento de mis culpas,
por ser ofensas contra tí, a quien amo con todo mi corazón como a mi Dios y
bienhechor, me las has de perdonar por los méritos de tu Santísimo Hijo y
Redentor mío Jesucristo. Espero que me has de dar gracia para perseverar en
este santo propósito quo ahora hago, de morir primero que volverte a ofender: y
espero así mismo que perseverando hasta la muerte en tu gracia y amistad, me
has de conceder la bienaventuranza eterna que me tienes prometida por solo tu
bondad y piedad infinita. Amén.
ACTOS DE CARIDAD.
¡Oh vida de mi alma! ¡oh alma de mi vida!
¡Oh amor mío dulcísimo, mi Dios y mi Señor! Te amo Señor y Dios mío, te amo
con todo mi corazón, con toda mi alma y con todos mis sentidos, te amo sobro
todas las cosas; y quisiera, Señor, abrazarme en el fuego de tu amor y amarte
como te aman los ángeles, los santos del cielo y justos de la tierra: como te
amo y ama la purísima Virgen María mi Señora; y si fuera posible, quisiera
amarte con el amor infinito con que te amas a tí mismo; y quisiera que con ese
amor te amaran las criaturas todas, y te hubieran amado desde el principio del
mundo, y lo continuaran por toda la eternidad. Amén.
Bendición de San Francisco
El Señor te bendiga y te
guarde. ✠ El Señor te muestre su
rostro y tenga misericordia de ti. ✠ Vuelva el Señor su rostro
hacia ti y te conceda la paz.
✠ El Señor bendiga ✠ este
tu siervo.
Con esta bendición acostumbraba el
Santo Padre bendecir a todos, y con ella bendijo a Fray León, su compañero,
molestado por las tentaciones, librándole de ellas. Se exhorta a todos a llevar
consigo esta bendición, porque se sabe por experiencia que es maravillosísima
contra los demonios, tentaciones, asechanzas de enemigos, tempestades,
incendios, muertes repentinas y contra otros males y peligros.
RESPONSORIO (se ha de decir
todos los días).
El mundo, Francisco,
admira
tus portentos y milagros,
rendidos los elementos,
los muertos
resucitados:
la naturaleza corre
a obedecer tus
mandatos.
Música te dan las aves,
los peces te escuchan
gratos,
el demonio huye
vencido,
vuelve atrás la muerte
el paso;
y los tristes y
afligidos
se levantan consolados.
SEXTO DÍA (1º de octubre).
MEDITACIÓN:
Indeciso el Seráfico
Patriarca, sobre el método de vida que había de tomar, hizo se le cantase una
Misa, y oyendo en ella las palabras del Evangelio, en que Jesucristo manda a
sus Apóstoles salgan a predicar sin prevenirse de las cosas necesarias para el
viaje, las tomó como dichas a él, y desnudándose del traje que llevaba, descalzo
y sin más que un grosero saco y una cuerda, junto con los doce compañeros que
se le habían agregado, partió a Roma a pedir la confirmación de la Regla que
había escrito. Negaba a el Pontífice, pareciéndole impracticable; pero una
misteriosa visión que tuvo entre sueños, en que se le mostró el Seráfico
Patriarca arrimando el hombro a la Iglesia que se venía abajo le confirmó su
Regla, y le hizo a él y a sus compañeros que profesasen en sus manos.
—Meditación y petición.
ORACIÓN.
Dulcísimo
Jesús del alma mía: camino, verdad y vida, que a tu siervo
Francisco mostraste piadoso el camino que debía tomar para la gloria, en la
vida apostólica que le inspiraste en su Regla: humildemente te suplico, que por
los méritos de este tu siervo amado, y por tu piedad inmensa, me saques de la
torcida senda de mis vicios, y de los precipicios por donde me conduce mi
maldad, y me endereces por el camino real de tu divina Ley y de tus
mandamientos, para que observándoos puntual y exactamente, llegue por fin a la
deseada patria, a rendirte las gracias da tanto beneficio por toda la eternidad.
Amén.
—Se rezan cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, en reverencia de las
cinco llagas que imprimió Jesucristo Señor nuestro, en el cuerpo de N. S.
Padre, y se dice después la Oración de Seráfico Padre mío, que es para todos
los días.
ORACIÓN FINAL.
(Para todos los días)
Seráfico
Padre mío, prodigio de la naturaleza, portento de
la gracia, asombro del mundo, admiración de los ángeles, gozo de los
bienaventurados, imagen viva de Jesucristo, varón apostólico, mártir de deseos,
Ángel de la pureza, Serafín en el amor, crédito de las maravillas del Señor, a
quien los brutos obedecen, las aves festejan, los peces escuchan y la
naturaleza toda se le rinde, viéndose humilde contra todos sus fueros, obligado
a arrojar vivos de los sepulcros a los que escondía muertos. Reparador del
mundo, que como clarín evangélico sonó por todas partes, despertando del
funesto letargo de la culpa los pueblos, las ciudades, las provincias. Vaso de
elección, destinado como otro apóstol de las gentes, para hacer se reverenciase
en todo el mundo al verdadero Dios. Alférez de Jesucristo, que con
extraordinario privilegio lleva en su mismo cuerpo impresas y estampadas las
insignias y triunfos de nuestra redención. Padre mío gloriosísimo, ¿qué son todos
estos ilustres títulos con que te saludo y reverencio, sino motivos poderosos
que alientan mi confianza, y empeñan tu piedad y compasión para dar favorable
despacho a mis humildes súplicas y ruegos? Triunfante ya en la gloria,
y colocado junto al trono de la Agustísima Trinidad, anegado en un piélago de
gozo y alegría, que ha de durarte por toda una eternidad; qué otra gloria puede
desear sino la gloria accidental de que los moradores de este mundo acabemos de
conocer, que no hay otro verdadero bien sino ese que posees; que no hay otras
riquezas sino esas que tú gozas; ¿que no hay otra hermosura, sino esa que es objeto de tu
amor? pues esto es, Santo
mío, lo que te pido y te suplico. Esas llagas, que son sello real con que el
Señor autorizó tu valimiento, esas son las que abogan por mí. Muéstralas a
Eterno Padre, para que reconociendo en ellas el precio con que su Hijo compró
nuestra salud eterna, y nuestra redención, se mueva a concedernos los auxilios
que necesitamos para cooperar a este fin. No cabe en la perfecta caridad que
arde en tu pecho, despreciar los clamores con que llega a tus puertas un
afligido corazón. No puede, no, sufrir tu compasión, que quien se acoge a tu
piadosa y poderosa protección, pierda a su Dios por una eternidad. Mira que no
es otro nuestro temor sino perderle, no es otro nuestro dolor sino haberle
ofendido, ni es otro nuestro deseo sino amarle y servirle, para después gozarle
y alabarle por toda la eternidad. Amén.
GOZOS
Pues con tan altos
favores
Te miras de Cristo
honrado:
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Con prodigio nunca visto
Un pesebre te dio cuna,
Para que seña ninguna
Falte al retrato de Cristo.
Sin duda Dios te ha provisto
Para portentos mayores:
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Sale del vientre materno,
Impresa al hombro una cruz,
Llenando al mundo de luz
Y de sustos al infierno.
Quien esto hace niño tierno,
¿Qué hará en sus años mayores?
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Padre, parientes, riquezas,
A todos le das de mano,
Y vas a arrojarte ufano
En brazos de la pobreza.
Tu amor hacia ella aquí empieza
A publicar sus ardores.
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Doce las columnas son
Que Cristo a su Iglesia pone,
Y en otras tantas dispone
Francisco su religión.
Menos fiel imitación
No cuadrara a sus fervores,
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Finezas son peregrinas
Las que obras con tu pureza,
Pues defiendes su limpieza,
Con fuego, nieve y espinas.
A esta belleza encaminas
Tus más constantes amores;
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
La indulgencia general
De Porciúncula, es testigo
Que nada puede contigo
Sino el bien universal.
Nadie hay a quien diga tal
No abrase con sus ardores.
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Por un favor sin igual,
Jamás en los siglos visto,
Su llaga imprime Cristo
En tu cuerpo virginal.
Para una copia cabal
Faltaban esos primores.
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
Aunque te dejó frio y yerto
De la parca el liado esquivo
Ni puedes juzgarte vivo,
Ni parece que estás muerto.
Que huyes puesto en pie, eso os
cierto
De la muerte los horrores:
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
En la forma de un lucero,
Tu alma que tanto se humilla
Va al cielo a tomar la silla
Que dejó el ángel postrero.
Así honra el divino Azuero
Al padre de los menores:
Pues con tan altos favores
Te miras de Cristo honrado:
Ruega, Serafín llagado,
Por nosotros pecadores.
¡Oh mártir de deseo, Francisco! con qué afecto tan tierno y compasivo
sigues por el camino de la cruz, al que ves que la carga por tu amor.
En vano suspiras
por el martirio, pues ya el mismo Señor crucificado imprime en ti sus llagas, y
hace que sientas la atrocidad de sus dolores. Atiende desde el cielo a tus
devotas ovejuelas, y alcánzales de Dios vayan a aumentar el número de tus dichosos
compañeros en la gloria. Amén.
—Ruega por nosotros, Padre nuestro San francisco.
— Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN.
Dios, que por los méritos del Bienaventurado
Francisco fecundaste tu Iglesia con una familia nueva; concédenos, que, a
imitación tuya, despreciemos las cosas de la tierra, y nos hagamos dignos de
ser participantes de los dones celestiales; por Jesucristo Señor nuestro.
—Tres Padre nuestros y Ave Marías por la perseverancia en el cumplimiento
de su Regla las tres Ordenes Franciscanas.
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