La Misa de este día es la de la Vigilia
de las fiestas de los Apóstoles.
El Evangelio nos refiere la conversión de San Mateo según el
relato de San Lucas,
que por respeto y discreción le llamó Leví.
Mañana leeremos el mismo relato, pero escrito por la pluma de San
Mateo, que no oculta su
nombre. Las palabras del Señor que en él se nos refieren, nos muestran la
extrema condescendencia y la misericordia infinita de Jesús para con los
pecadores: “No son los sanos los que necesitan de los médicos, sino los
enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia.”
Hay que entender bien esta penitencia de que
nos hablan en bastantes lugares el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. “Es verdad que no excluye la penitencia las
obras aflictivas, por medio de las cuales el hombre castiga en sí mismo su
pecado y promete la enmienda; pero implica, ante todo, un cambio de vida, la renuncia
a toda clase de disposiciones y costumbres reprobadas por Dios”. A hacer esta penitencia, todos
estamos invitados con pena de muerte eterna.
Por su parte, San
Ambrosio,
en la homilía que leemos en Maitines advierte: “Es todo un misterio esta vocación del
publicano a quien Jesús invita a seguirle, no tanto con los pasos del cuerpo
como con el movimiento del alma. Este hombre, llamado con una sola palabra,
deja su bienestar y, dejando su miserable despacho en el que se le veía
sentado, camina con paso firme y decidido en pos del Señor y hasta se mete en gastos
para prepararle un gran banquete. Eso ocurre con el que recibe a Cristo en la
casa espiritual de su corazón, que es alimentado con lo más delicado y
totalmente saciado de delicias”.
EL AÑO LITURGICO
DOM PROSPERO GUERANGER.
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