El bienaventurado san
Julián fue natural de la ciudad de Viena, en Francia, y de noble linaje. Tenía entonces en aquella ciudad san Ferriol
amigo suyo oficio de tribuno; pero lo ejercitaba de suerte que no dejaba por
eso de emplearse mucho en el servicio de Dios, y holgaba tener en su compañía
al bienaventurado san Julián, por verle siervo fidelísimo del Señor.
Entendiendo san Ferriol la gran persecución que amenazaba a los cristianos de
la ciudad de Viena, indujo a san Julián a que se fuese. Llegó en efecto la
persecución; y aunque Julián deseaba padecer el
martirio, dejó sus padres y sus bienes, y se fue a la provincia de Alvernia, no
por miedo a la muerte, sino porque lejos de su tierra más fácilmente alcanzase
la corona apetecida; porque temía que sus padres, con el amor que le tenían, no
se lo disuadiesen. Llegó a un lugar llamado Beja, en el cual los
gentiles hacían gran fiesta a sus ídolos; y como entendiese por revelación, que
sus contrarios iban tras él para prenderle, rogó a una viuda que le escondiese
para no ser hallado. Lo hizo así la buena mujer, la cual tenía su casa no muy
lejos del lugar donde los gentiles hacían la fiesta a sus dioses. Vinieron,
pues, ellos, y la preguntaron por aquel hombre que había recibido en su casa.
Como la viuda negase haberle visto, ni saber de él, salió Julián del lugar
donde estaba escondido, diciendo: «Yo soy á quien buscáis; haced lo que os
mandan vuestros príncipes, que no quiero tanto esta miserable vida, que me
estorbe desear infinito trocarla en otra en que pueda gozar de la dulce presencia
de mi Señor Jesucristo.» Dicho
esto, luego aquellos infernales ministros le
cortaron la cabeza, y su santa alma voló al descanso de la bienaventuranza eterna.
Acudieron ciertos hombres ancianos con mucha devoción a dar sepultura a
su santo cuerpo, en los cuales mostró Dios tan grande milagro, que se hallaron
remozados en un punto, recobrando sus fuerzas como cuando eran mozos.
Fue su martirio tal dia
como hoy, cerca de los años del Señor 298, imperando en Roma Diocleciano. El
bienaventurado san Ferriol tomó la cabeza de este bendito Mártir, y como después
fuese también martirizado, pusieron su sagrado cuerpo y la cabeza de san Julián
en un mismo sepulcro.
En el lugar
donde martirizaron a san Julián hay una fuente clara y de regaladas aguas, en
la cual los gentiles lavaron su santa cabeza, y su divina Majestad por honra
del bendito Mártir hace en aquellos grandes milagros: porque allí cobran vista
muchos ciegos; los que padecen de tercianas o cuartanas, cuando están en el
ardor de la calentura, si van a beber de ella, hallan remedio, y de la misma
suerte otros enfermos. Y como volase la fama de los milagros y
maravillas que obraba Dios en los hombres por la intercesión del bienaventurado
mártir san Julián, acudían a su sepulcro muchos, donde alcanzaban grandes
mercedes del Señor. De suerte que, en aquel lugar, y en otros, hace Dios por él
grandes prodigios, de los cuales recitaremos aquí algunos, porque recitarlos todos
seria nunca acabar.
Un enfermo baldado de todos sus miembros fue
puesto en un carro, y llevado a la iglesia del Mártir, y estando en la noche
delante la dicha iglesia, la vió muy resplandeciente, y oyó en ella voces de cantores
como si fueran de muchos hombres. Mientras tanto el enfermo hacia oración a
Dios espantado del resplandor que había visto, pasó delante de sus ojos la luz,
y desapareciéndole, se halló sano y bueno, como si tal no tuviera.
Un ciego acompañado de su guía vino al altar
de San Julián, donde tocando con sus ojos la cubierta del arca de las santas
reliquias cobró vista. Y también los endemoniados tocados con la dicha cubierta
curan.
Estuvo colgada encima del altar del Santo
una cruz de alquimia hecha con tanta perfección, que parecía de oro purísimo, y
viniendo los bárbaros en aquella provincia, uno de ellos pensó que era de oro y
la robó. Pero le castigó Dios tanto, que al momento se halló pesadísimo, de tal
suerte que no lo podía sufrir en manera alguna, el cual haciendo luego
penitencia de su pecado, la restituyó.
Estando una noche en su cama el diácono de
aquella santa iglesia, sintió un ruido en ella, como que le abrían las puertas;
y escuchando con atención lo que podría ser, le pareció después de largo rato
que las volvían a cerrar. Se levantó luego, y acudió con su luz al sepulcro de
san Julián, y vió que todo el suelo estaba cubierto de hermosísimas rosas,
mucho más grandes que las ordinarias, y de más suave olor y fragancia, y tan
frescas como si entonces las acabasen de recoger. Las tomó el buen sacerdote
con gran reverencia, y las recogió en lugar decente.
Á este santo Mártir
tienen mucha devoción en algunas partes de Cataluña, y especialmente en la
iglesia parroquial de Vallfogona, donde le tienen por patrón. (Domenech).
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.
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