—La muerte gloriosa de san
Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, en Hipona la Real en África;
el cual, convertido a la fe católica, y bautizado por san Ambrosio, la defendió
con maravillosa constancia contra los Maniqueos y otros herejes; y después de
haber trabajado mucho por el bien de la iglesia, voló al cielo a gozar del
eterno premio. Sus reliquias fueron sacadas de su ciudad por causa de los
bárbaros, y llevadas primero a Cerdeña, y después por Luitprando, rey de los
longobardos, a Pavía, en donde se custodian con singular veneración.
—El martirio de san
Hermes, varón ilustre, en Roma; el cual, según se lee en las actas del
papa san Alejandro, primero fue puesto en una cárcel, y después degollado con
otros muchos por decreto del juez Aureliano.
—El martirio de san Julián,
mártir, en Brioude en Auvernia; el cual siendo compañero de san Ferreolo
(o Ferriol) tribuno, como en traje de soldado sirviese ocultamente a Jesucristo
en la persecución de Diocleciano, fue preso por los otros soldados, y luego
padeció una muerte muy cruel, siéndole cortada o pedazos la garganta.
—San Pelagio, mártir, en
Constanza en Francia: el cual imperando Numeriano, por
decreto del juez Evilasio alcanzó la corona de mártir.
—Los santos mártires Fortunato,
Cayo y Anthes, en Salerno, degollados en tiempo del
emperador Diocleciano y del procónsul Leoncio.
—San Alejandro, obispo,
en Constantinopla, anciano esclarecido, por cuya oración
Arrio, condenado ya en el juicio de Dios, reventó por los ijares, y le salieron
las entrañas.
—San Viviano, obispo y
confesor, en Santonges en Francia. (Era
el pasmo de su tiempo por el especial don de milagros con que el Señor le
favoreció, por lo cual fue llamado el Milagrero).
—San Moisés, etíope, que
de ladrón famoso vino a ser esclarecido anacoreta; convirtió a muchos ladrones,
reduciéndolos a ser monjes, y los llevó consigo al monasterio.
—Y en otras partes se
hace la fiesta y la conmemoración de otros muchos santos Mártires, Confesores y
santas Vírgenes.
Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía
de Jesús. (1864).
Traducido del francés. Por el P. J. F.
de ISLA, de la misma Compañía.
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