El glorioso filósofo y antiguo apologista y mártir san Justino fue
hijo de Prisco, de linaje griego, y nació en Nápoles Flavia, ciudad de
Palestina. Desde su mocedad se dio
mucho a las letras humanas, y al estudio de la filosofía, y se ejercitó en
todas las sectas de los filósofos estoicos, peripatéticos y pitagóricos, con
gran deseo de saber la verdad; y hallando en todas ellas poca firmeza, las dejó
y se dio a la filosofía de Platón, por parecerle que era más grave y más cierta
y segura para lo que él pretendía, que era alcanzar la sabiduría y con ella
entender y ver a Dios.
Para poder, pues, mejor atender a sus
estudios se retiró a un lugar apartado, vecino del mar, donde estando ocupado y
absorto en la contemplación de las cosas divinas, se le presentó, como el mismo santo
escribe, un varón viejo y muy venerable que trabó plática con él; y entendiendo
que era filósofo platónico, y lo que buscaba en sus estudios, le desengañó que
no lo hallaría en los libros de los filósofos, sino en solos los de los profetas
y de los santos, a quienes Dios había alumbrado y abierto los ojos del alma
para ver la luz del cielo y entender sus misterios y verdades.
Con esto se fue el anciano y san Justino no
le vio más; pero quedó muy encendido en el amor de la verdad, e inclinado a
leer los libros de los cristianos en que ella se halla.
Por estos medios entró Cristo nuestro Señor en el corazón
de Justino, y de filósofo platónico y maestro de otros le hizo filósofo cristiano
y discípulo suyo.
Escribió un libro maravilloso
y divino en defensa de la religión cristiana en el año 150 como él mismo lo
dice, y le dio al emperador Antonino Pío, el cual después de haberlo leído,
hizo publicar en Asia un edicto en favor de los cristianos mandando que ninguno,
por solo ser cristiano, fuese acusado ni condenado.
Pero como muerto Antonino, sucediesen en el
imperio Marco Aurelio Antonio y Lucio Vero, y se tornase a embravecer la
tempestad, san Justino que a la sazón estaba en Roma escribió otro libro o
apología a los emperadores y al senado en favor de los cristianos para
aplacarla.
Entonces fue el santo acusado por un enemigo
suyo llamado Crescente, cínico filósofo en el nombre y profesión, y en la vida
viciosísimo y abominable; el cual era quien más atizaba a los magistrados
contra los fieles de Cristo. Mandó pues el prefecto de Roma prender a san Justino, y después
de haberle hecho azotar, dio sentencia que fuese degollado con otros seis
compañeros, como se dice en las Actas de su martirio, que escribieron los notarios
de la Iglesia romana.
Reflexión: Dice el glorioso san Justino en su primera apología estas
palabras admirables:
«Cuando somos
atormentados, nos regocijamos, porque estamos persuadidos que nos resucitará
Dios por Jesucristo; y cuando somos heridos con la espada y puestos en la cruz,
y echados a las bestias fieras, y maltratados con prisiones, fuego y otros
tormentos y suplicios, no nos apartamos de lo que profesamos; porque cuanto son
mayores los tormentos, tanto más son los que abrazan la verdadera religión;
como cuando se poda la vid da más fruto; lo mismo hace el pueblo de Dios, que
es como una vid o viña bien plantada de su mano.»
Pues ¿quién podrá leer estas cosas sin derramar lágrimas,
viendo lo que sentían de la fe de Cristo aquellos filósofos tan sabios de los
primeros tiempos de la cristiandad, y comparando su heroísmo con la
indiferencia criminal de nuestros tiempos?
Oración: Oh Dios, que por la simplicidad de la Cruz enseñaste
maravillosamente al bienaventurado Justino la eminente sabiduría de Jesucristo;
concédenos por su intercesión que rechazando las engañosas razones de las perversas
doctrinas, alcancemos la firmeza de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
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