El tercer vicario de nuestro Señor Jesucristo sobre la tierra fué el
glorioso pontífice y mártir san Cleto. Fué natural de Roma y convertido a la fe
por el príncipe de los apóstoles san Pedro; el cual, viéndole varón espiritual,
prudente y celoso, le ordenó de obispo y le tomó por coadjutor, así como a san
Lino que fué el segundo pontífice.
Gobernaba san Cleto santísimamente la
Iglesia; mas habiendo sucedido a Vespasiano y Tito su hijo, el viciosísimo
emperador Domiciano, que entre otras maldades que cometió se hizo llamar dios, persiguió a los cristianos que no le
reconocían por tal, y en un solo día hizo millares de mártires.
En esta persecución, que
fué la segunda que padeció la Iglesia, fué preso y cargado de cadenas el
glorioso pontífice san Cleto, y en el día 26 de abril alcanzó la corona del
martirio, habiendo tenido la silla apostólica doce años, siete meses y dos
días.
Le sepultaron los cristianos junto al
apóstol san Pedro, y se conserva su cuerpo en el Vaticano.
En este mismo día celebra la Iglesia el martirio del papa
san Marcelino, el cual fué natural de Roma e hijo del prefecto, y sucedió en el
pontificado a san Cayo asimismo papa y mártir, siendo emperadores Diocleciano y
Maximiano. En este tiempo se levantó la décima persecución contra la
Iglesia, que fué la más brava y más cruel de todas, porque en espacio de un mes
murieron por Cristo en diversas provincias más de diez y siete mil mártires con
tan atroces y exquisitos tormentos, que solo el demonio los pudiera inventar.
Y porque durante esta persecución, recibía el santo benignamente a los que espantados con las amenazas y el terror de los suplicios habían ofrecido incienso a los falsos dioses y después arrepentidos de su culpa le pedían el perdón y la penitencia, no faltaron malvados censores que rigurosamente osasen juzgar y condenar la paternal blandura del santo pontífice: lo cual fue ocasión para que más tarde le infamasen diciendo calumniosamente que el mismo santo, vencido también del temor de los tormentos había sacrificado a los ídolos, y hecho después penitencia de su pecado, ofreciéndose de su voluntad al martirio.
Mas lo que hubo fué, que habiendo sido preso juntamente
con otros tres santos llamados Claudio, Cirino y Antonino, por sentencia del
emperador fué como ellos decapitado.
Se dejaron por orden
del juez los cadáveres insepultados, hasta que san Marcelo los recogió a los
treinta y tres días, y con acompañamiento de los presbíteros y diáconos, y con
himnos y antorchas les dio honrosa sepultura en el cementerio de santa Priscila
en la vía Salaria.
Reflexión: No es maravilla
que en aquellas cruelísimas persecuciones algunos fieles, vencidos por la
inhumanidad y duración de los tormentos, se rindiesen a la voluntad de los
tiranos.
El ser vencidos era efecto de la fragilidad del hombre; el
vencer, prodigio de la fortaleza de Dios. Pero así como es propio de la humana flaqueza
el caer, también lo es dé la gracia de Cristo, levantar al caído.
Por esta causa
instituyó el Señor el sacramento de la penitencia, donde el pecador alcanzase
remisión de sus pecados por muchos y graves que fuesen, con solo confesarlos con
un corazón contrito y humillado.
¿Por qué pues no hemos
de humillarnos, si hemos pecado? ¿No vale más confesar ahora humildemente
nuestras culpas, que padecer la vergüenza de ellas cuando se manifiesten a todo
el mundo en el día del juicio, y caer en una eterna confusión?
Oración:
Suplicamos,
Señor, que en la fiesta de tus
pontífices y mártires Cleto y Marcelino, merezcamos su poderosa protección, y
que por su intercesión sean gratas a tu divina Majestad nuestras oraciones. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
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