La bienaventurada virgen y mártir santa Leocadia fue natural de
la ciudad de Toledo, de noble linaje y grande sierva del Señor.
La mandó prender el presidente Daciano, que
como una fiera cruel no se podía ver harto de la sangre de los cristianos, y
traída a su presencia le puso delante su nobleza y sangre, y la vileza e
ignominia de la que él llamaba superstición de los cristianos, y ya con
halagos, ya con miedos, procuró disuadirla que dejase la fe de Cristo y adorase
a los dioses falsos. No se movió la santa virgen por cosa alguna de las que le
dijo el presidente, y todo su artificio se resolvió en humo sin poder hacer
mella en aquel pecho sagrado.
La mandó llevar a una
oscura y horrible cárcel: y viendo algunos que la seguían llorando, se volvió a
ellos con alegre y sereno rostro y les dijo: «Ea soldados de Cristo,
no os entristezcáis por mi pena, antes holgaos y dadme el parabién, pues Dios
me ha hecho digna de que padezca por la confesión de su nombre. »
Algunos dicen que fue crudamente azotada antes de entrar en
la cárcel; y de la crueldad de Daciano se puede creer que fue así. En aquella
dura y áspera cárcel estuvo algún tiempo; y oyendo la carnicería que Daciano
continuamente hacía de los cristianos, y los tormentos atrocísimos con que
había hecho morir a la gloriosa virgen santa Eulalia de Marida, enternecida y
traspasada de dolor, suplicó a nuestro Señor la llevase para sí, si así
convenía, para que no viese la destrucción de su Iglesia y menoscabo de la fe
de su santa religión.
Cumplió
Dios el deseo de la santa virgen, y oyó su oración; y así como estaba orando,
hizo con los dedos una cruz en una dura piedra de la cárcel y quedaron en ella
las señales, y besándola con gran ternura y devoción, dio su bendita alma a
Dios.
El cuerpo fue hallado junto a aquella cruz, caído y
reclinado en el suelo, y fue sepultado por los cristianos de la manera que
mejor pudieron. Tiene la santa virgen tres templos de su nombre en la ciudad de
Toledo. Uno fue su casa, otro donde estuvo presa
y otro donde fue sepultada.
Un día de santa Leocadia en que el rey Recesvinto,
acompañado de toda la nobleza de su corte, celebraba la fiesta de la santa
virgen, estando san Ildefonso orando ante su sepulcro, ella se levantó de la tumba
y le dijo: «¡Oh Ildefonso, por ti
vive la gloria de mi Señor!» Dando
a entender que san Ildefonso había defendido la limpieza y gloria de la
virginidad de nuestra Señora contra los herejes.
Todos los circunstantes cayeron en el suelo, pasmados por
la novedad de este prodigio; y san Ildefonso con un cuchillo que le dio el rey
cortó un pedazo del velo, con que venía cubierta la virgen, para que quedase
memoria de tan ilustre milagro, y la ciudad de Toledo consolada con tener aquel
celestial tesoro.
Reflexión: El
mayor tormento de esta gloriosa virgen y mártir, fue la extremada pena que
traspasó su corazón al ver los trabajos que padecía la Iglesia, y que se
perdían tantas almas. Este suplicio interior ha dado la muerte a muchos santos.
Porque es indicio seguro del grande amor de Dios y caridad con el prójimo el
sentir vivamente el menoscabo de honra divina y la ruina eterna de los hombres,
así como el no afligirse de tan grandes males, es señal de haberse apagado la
luz de la fe, y sucedido a la verdadera caridad el amor desordenado de sí
mismo.
Oración:
Ayúdennos, Señor, las súplicas y merecimientos de tu bienaventurada virgen y
mártir Leocadia, a fin de que habiendo padecido ella cárceles y muerte por la
confesión de tu nombre, nos guarde de caer en la cárcel eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
Muy bonita historia de ésta santa. Que Dios NS nos perdone y nos lleve a la vida eterna junto a Él....amén.
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