El celosísimo obispo, fundador de la Congregación del
Santísimo Redentor, y doctor de la Iglesia, san Alfonso María de Ligorio, nació
en Nápoles y fué hijo de don José de Ligorio, caballero del orden patricio, y
de doña Ana Catalina Cavalieri, señora muy principal de la ciudad de Brindis.
Trayendo un día esta señora su
niño Alfonso al apostólico varón san Francisco de Jerónimo para que le
bendijese, dijo el santo con espíritu profético: «Este niño llegará a una edad muy avanzada, no morirá
antes de los noventa años, será obispo, y obrará cosas grandes y utilísimas a
la Iglesia de Dios.»
Los sucesos de la vida de san
Alfonso comprobaron la verdad de aquella profecía.
Se adelantó
en letras y virtudes en la Congregación de jóvenes nobles que se educaban en la
casa de los Padres de san Felipe Neri, y a los dieciséis años de su edad, había
alcanzado ya el grado de doctor en ambos derechos, con grande aplauso y reputación
de sabiduría.
Habiendo seguido luego la carrera del foro, por consejo y voluntad de su
padre, como le hiciesen caer en la cuenta de un error involuntario que había
cometido en la defensa de un pleito feudal, se entristeció mucho de esto, y
determinó dejar el oficio de abogado; y así se
desnudó de la toga, colgó la espada junto al altar de la Virgen de la Merced, y
renunció al derecho de primogénito, para darse del todo a Dios y comenzar una
vida muy santa y apostólica.
Ordenado de sacerdote, con diez
compañeros a quienes había comunicado su celo y espíritu, echó los cimientos de
la Congregación de misioneros, que se llamó del Redentor, y fué aprobada por el
papa Benedicto XIV.
Predicaban
aquellos nuevos apóstoles con gran fervor y espíritu de cielo, y recorrían las
aldeas y los campos evangelizando a los pobres el reino de Dios; y los sermones
de nuestro santo, iban siempre acompañados de suspiros, lágrimas y numerosas
conversiones.
En la
misión de Amalfi, vio todo el pueblo con grande asombro una luz maravillosa que
salía de la imagen de la Virgen y esclarecía el rostro del santo misionero, el
cual estaba arrobado y suspenso en Dios, le Nombró el rey de las dos Sicilia
obispo de Palermo, y el sumo pontífice Clemente XIII, le hizo obispo de la
iglesia de santa Águeda de los Godos, y después de santificar aquella diócesis
por espacio de algunos años, impedido por la edad avanzada y las dolencias, y
mucho más por su piedad, se retiró a su amada Congregación en la casa de Nocera
de Pagani, donde a la edad de noventa años y diez meses, descansó en el Señor,
habiendo conservado la inocencia bautismal, y edificado a toda la cristiandad
con sus heroicas virtudes, arrobamientos, milagros, profecías, y libros admirables.
Reflexión: El sumo pontífice Pío IX, dio a san Alfonso María de
Ligorio el título de doctor de la Iglesia por las sapientísimas obras que dejó
escritas, como la Teología moral y la Práctica de los confesores; pero
recomendamos encarecidamente a todos los fieles sus libros sobre la Verdad de
la fe, la Conformidad con la voluntad de Dios, las Visitas al Santísimo
Sacramento, y singularmente la Preparación a la muerte y las Glorias de María.
¡Pluguiera
a Dios que estos libros, que son tesoros de sabiduría y de unción celestial,
anduviesen en manos de todos los fieles católicos!
Oración: Oh Dios, que por
medio del bienaventurado Alfonso María, tu confesor y pontífice, encendido en
el celo de las almas diste a tu Iglesia una nueva proble; te rogamos que
enseñados por su saludable doctrina y alentados por sus ejemplos, podamos
llegar felizmente a Ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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