Una Vigilia debe ser siempre un
día de penitencia, pero ésta muy particularmente. Si hemos de encontrarnos
mañana con la Madre de Dios en el cielo, debemos esforzarnos hoy por romper los
lazos que nos tienen amarrados a la tierra. Al ayuno, un cristiano fervoroso
agregará este día la confesión, para honrar a María, en su triunfo glorioso,
con una santa comunión.
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