El
celosísimo pastor de la Iglesia y glorioso mártir de Cristo, san Zeferino,
nació en Roma de familia patricia, y fue hijo de Abundio, caballero noble y
cristiano.
Por sus letras, y sobre todo por sus
loables y santas costumbres, fué recibido y contado
entre el clero de la iglesia de Roma, y habiendo padecido el martirio el papa
san Víctor, pasaron los fieles once días en oraciones, vigilias y ayunos para acertar
en la elección del nuevo pontífice que había de sucederle, al fin de los cuales
vieron al Espíritu Santo que en figura de paloma posaba sobre la cabeza de san
Zeferino.
El primer año de su pontificado,
que fué el décimo del imperio de Severo, se levantó una de las más recias
persecuciones contra la Iglesia; señaladamente contra los fieles de Roma, que
en crecidísimo número y de todos estados y condiciones habían abrazado la fe.
Corría con
abundancia todos los días la sangre de los mártires; las cárceles estaban
llenas de confesores de Cristo, y las cavernas, de cristianos amedrentados por
el furor de los perseguidores: y nuestro santo pontífice, ajeno de todo temor,
de día y de noche los visitaba en sus casas, en las cárceles y en las
catacumbas, animándolos, dándoles limosnas y fortaleciéndolos con los
sacramentos.
Nueve años duró esta terrible persecución,
hasta que con la muerte del impío Severo, volvió la Iglesia a gozar de paz.
Mas entonces
comenzaron a turbarla algunos herejes.
Uno de aquellos fué Práxeas, que,
venido de Asia, negaba la santísima Trinidad y
decía que la persona del Padre era la que había padecido muerte y pasión, y por
esto los herejes que le seguían, se llamaban Patri passianos.
Confundió el papa san Zeferino al
heresiarca; el cual abjuró sus errores; pero como los que son cabezas de alguna
secta casi nunca se convierten de veras, habiendo pasado Práxeas a África volvió
a sus desvaríos, y murió desastrosamente como
hereje.
También afligió al santo pontífice
el hereje Natal, que llevado de torpe avaricia se hizo cabeza de los
Teodorianos, aunque después se arrepintió de sus
culpas y perseveró fiel hasta la muerte.
No sabemos por cosa tan segura la
conversión de Tertuliano, que, llevado de su natural austero, desobedeció a los
decretos suaves del santo pontífice.
Finalmente
ordenó este santo que en el sacrificio de la misa no se consagrase ya en
cálices de madera, sino de vidrio, aunque después se determinó que, por el peligro
de quebrarse, fuesen de oro o plata, o a lo menos de estaño.
Mandó también que todos los fieles
comulgasen el día de Pascua, y que celebrando el obispo se hallasen presentes
siete sacerdotes: y después de haber gobernado la Iglesia de Dios por espacio
de diez y ocho años, lleno de días, trabajos y
méritos, alcanzó la gloria del martirio y fue sepultado en el cementerio de
Calixto en la vía Apia.
Reflexión: Leemos en la Historia de Eusebio, que solía decir san
Zeferino que más temía a los herejes que a los sangrientos perseguidores: porque en efecto la sangre de los mártires es semilla de nuevos
cristianos; pero la doctrina herética es cáncer que corroe la Iglesia: la sangre
de los mártires es savia que da nuevo vigor a la fe; la herejía es una tisis
maligna que mata la fe o la deja flaca y sin fuerzas: y en fin la persecución
sangrienta sólo da la muerte a los cuerpos; pero la herejía mata las almas y
les quita la vida eterna.
Oración: Te rogamos, oh Dios omnipotente, que nos concedas la gracia de aprovecharnos
de los ejemplos de tu bienaventurado pontífice y mártir Zeferino, de cuyos
merecimientos nos gozamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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