La
santísima fundadora de las religiosas de la Visitación, Juana Francisca Fremiot
de Chantal, nació en la ciudad de Dijón, cabeza del ducado de Borgoña en el
reino de Francia.
Era a la sazón el padre de Juana Francisca,
presidente del Parlamento de Borgoña, y como un caballero que profesaba la
secta infernal de Calvino, le visitase y acariciase a la santa niña y le diese algunos
regalillos, ella los arrojó luego al fuego, diciendo: «Ved cómo arderán en el infierno los herejes que no
vuelvan a la verdadera fe católica»: y a una
criada entrada ya en años, que procuraba apartarla de las cosas de Dios y aficionarla
a las del mundo, reprendió ásperamente, diciéndole que no quería que de allí
adelante la sirviese en cosa alguna.
Siendo ya de edad competente, la casó su
padre con el barón de Chantal, con quien vivió como
perfecta casada.
Jamás recibía
visitas de caballeros, en ausencia de su marido; y cuando podía ahorrar de
atavíos y regalos superfluos, lo daba por su mano a los pobres.
Llevó con perfecta resignación, ocho años después,
la muerte de su marido, herido involuntariamente por un compañero con quien
había salido a cazar, y los malos tratamientos que por espacio de siete años
recibió en la casa de su suegro, de una antigua criada que hacía burla de su
piedad y la trataba como a esclava, y las tentaciones gravísimas que permitió
el Señor que la purificasen como el oro en el crisol, de las cuales escribió la
sierva de Dios que la afligían tanto, que cualquiera hora del día trocara de
buena gana por la hora de la muerte.
Hizo voto de perpetua castidad; y al pedirla por esposa cierto caballero
rico y noble, con una lámina candente se grabó ella en el pecho el nombre de
Jesús, al cual escogió por perpetuo y divino Esposo.
Fundó después la
Congregación de la Visitación de María por consejo de su director espiritual
san Francisco de Sales, el cual la mudó más tarde en Religión con clausura y
votos solemnes, y dio a las religiosas la Regla de san Agustín y otras
constituciones llenas de celestial sabiduría, asestando como cimientos de su
nuevo instituto la caridad y humildad, y el amor de Dios, como el alma de toda
su vida religiosa.
Y prendió tanto fuego este amor divino en el
corazón de la santa fundadora, que se obligó con voto a obrar siempre lo que
entendiese ser más perfecto y agradable al Señor; y Dios en retorno ilustró a
su sierva con esclarecidos dones de profecía, de discreción de espíritus y de
milagros, y con la veneración de los príncipes, de los reyes, de los obispos y
de los santos.
Finalmente
habiendo renunciado la santa el cargo de superiora y rehusado siempre el nombre
de fundadora, a la edad de sesenta y ocho años, enfermó de muerte, y
pronunciando tres veces el adorable nombre de Jesús, entregó su alma a su
divino Esposo.
Reflexión: ¿Quién no admira
en la vida de santa Juana Francisca, un vivo retrato de la mujer fuerte?
Y a la vista de semejante
ejemplo de fortaleza, ¿quién no atropellará por
dificultades mucho menores que se le atraviesan en el camino de la virtud? ¿Por
ventura ha de ser recibido en triunfo el soldado que arrojó las armas y huyó de
los enemigos? ¿O ha de entrar por la puerta triunfal del cielo el cristiano que
arrojó la Cruz de Cristo y se entregó a los enemigos de su alma?
Oración: Oh Dios omnipotente
y misericordioso, que
diste un admirable espíritu de fortaleza a la bienaventurada Juana Francisca, y
que por medio de ella quisiste ilustrar tu Iglesia con una nueva familia,
concédenos tu gracia para vencer las dificultades que se nos atraviesen en tu
servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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