COMENZAMOS: 23 de julio.
FINALIZAMOS: 31 de julio.
Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.
Gloriosísimo
Padre y Patriarca San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús y Padre
amantísimo: si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi
alma que yo consiga la gracia que os pido en esta novena, alcanzadla del Señor;
y si no, ordenad mi petición con todos mis pensamientos, palabras y obras a lo
que fue siempre el blasón de vuestras heroicas empresas: a mayor gloria de
Dios.
DÍA PRIMERO.
Jesús mío dulcísimo, que nos revelaste los misterios sagrados de vuestra fe, y por vuestra
predicación deseasteis plantarla en los corazones humanos como raíz de todas
las buenas obras y de la eterna salvación; os ofrezcos los merecimientos de mi
glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de su iluminada fe, con la cual
creería cuantos misterios están escritos en las Santas Escrituras, aunque se
perdiesen todos los libros sagrados, y de la cual animado la defendió contra
los herejes, la dilató entre los gentiles y la avivó entre los católicos. Os
suplico, Padre amantísimo de mi alma, me des una fe vivísima de vuestros
divinos misterios que me ilustre para creerlos y estimarlos como verdadero hijo
de la Santa Iglesia con fervorosas obras de perfecto cristiano y me concedáis
la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor
del Santo y bien de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS.
ORACIÓN I.
Santísimo Padre y Patriarca San Ignacio, a quien Jesús escogió para capitán de su sagrada
Compañía, y adornó con todas las virtudes que pedía este supremo cargo: ángel
en la pureza de cuerpo y mente; arcángel encargado de tantos negocios de la
mayor gloria de Dios y bien de las almas; principado excelentísimo en la
dirección de tantos millares de espíritus felices; potestad poderosísima para
echar a los demonios de los cuerpos y de las almas; virtud prodigiosa en tantos
y tan estupendos milagros; dominación suprema de la Compañía que formo tan
dignos ministros evangélicos y ahora continúa en formarlos desde el cielo;
trono elevadísimo, en quien descansó la mayor gloria de Dios corriendo en
vuestra fogosa alma por todas las partes del mundo; sapientísimo querubín, cuya
mente ilustrada por el Espíritu Santo, dicto sabiduría celestial a su pluma;
serafín fogosísimo que aspiró en su vida y aspira continuamente desde el cielo
a encender todo el mundo en llamas del divino amor; abreviado paraíso de todas
las virtudes y gracias, que a competencia formaron la heroicidad nunca
bastantemente alabada de vuestra grande alma: yo, Padre mío amantísimo, me gozo
de veros tan superior a cuantos elogios puede daros mi balbuciente lengua, y
concebir mi tardo entendimiento, aunque inspirado de una voluntad ansiosa de
amaros y de que os amen todos los hombres. Confiado en vuestras piedades,
imploro vuestra benignísima caridad para que me alcancéis que viva yo una vida
verdaderamente cristiana, conforme a las obligaciones de mi estado, observando
perfectamente la ley santa de Dios y los consejos evangélicos que me
pertenecen, y que no buscando en todas mis acciones otra cosa que la mayor
gloria de Dios, consiga una muerte dichosa en los brazos de Jesús, en el amparo
de María Santísima y en vuestra presencia. Espero, Padre mío dulcísimo y
suavísimo, me alcancéis estas gracias tan importantes para mi eterna salvación,
y el favor que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor
vuestro y provecho de mi alma. Amén.
MENCIONE AQUÍ SU PETICIÓN…
ORACIÓN II.
¡Oh Dios, infinitamente bueno y
misericordioso! Pues he recibido de vuestra Majestad todos los dones
naturales y sobrenaturales que tengo, deseoso de ser en alguna manera
agradecido a vuestras misericordias, os vuelvo cuanto me habéis dado con esta
oferta familiar en el corazón y en los labios de mi glorioso Padre San Ignacio:
“Tomad,
Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi
voluntad, todo mi haber y poseer; Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro; disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta”.
ORACIÓN III.
Oh
Dios, que, para propagar la mayor gloria de tu nombre, has
fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo
auxilio: alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra
hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
DÍA SEGUNDO.
Jesús mío dulcísimo, que prometisteis a vuestros siervos tendrían en vuestra esperanza todos los
tesoros del mundo y nada les faltaría de cuanto esperasen confiados en vuestra
liberalidad tan amorosa como infinita: os ofrezco los merecimientos de mi
glorioso Padre San Ignacio, y singularmente aquella firmísima esperanza que le
sirvió de tesoro inagotable en su pobreza, de áncora segura en las tormentas de
tantas persecuciones, y de una gloria anticipada entre los riesgos de esta
miserable vida. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una
esperanza segura de salvarme, afianzada en las buenas obras hechas con vuestra
gracia y revestidas de vuestros méritos y promesas; y también de conseguir los
bienes de esta vida conducentes a mi eterna salvación y proporcionados a mi
estado, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de
Dios, honor vuestro y provecho de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA TERCERO.
Jesús mío dulcísimo, que tanto deseasteis el amor de vuestras criaturas que nos intimasteis como
máximo y principal precepto amar a nuestro Dios con todo el corazón, con toda
el alma y con todas las fuerzas: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso
Padre San Ignacio, y singularmente aquel inflamadísimo amor por el cual,
abrasado a un serafín humano, respiraba sólo llamas de amor divino, refiriendo
todas sus palabras y pensamientos a la mayor gloria de Dios y deseando por
premio de su amor más y más amor, posponiendo la certeza de su eterna felicidad
a la gloria de servir a Dios. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me
concedáis una centella de ese fuego sagrado de mi seráfico Padre San Ignacio, y
la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios y provecho de mi
alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA CUARTO
Jesús mío dulcísimo, que nos recomendasteis la caridad y el amor a los prójimos como el
distintivo y señal de vuestra escuela, diciendo que en esto se habían de
conocer vuestros discípulos: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre
San Ignacio, y singularmente aquella ardentísima caridad con que deseaba
encender en el fuego del divino amor a todos los hombres del mundo, y con que
hizo y padeció tanto por su eterna salvación y por asistirlos en todos sus
trabajos. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una caridad
inflamada, con la cual, a imitación de mi Padre San Ignacio, trabaje
continuamente en el bien y salvación de mis prójimos con mis palabras y
ejemplos, y con cuanto necesitaren de mi caritativa asistencia, y la gracia que
os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi
alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA QUINTO
Jesús mío dulcísimo, que nos encomendasteis la paciencia en los trabajos de esta vida como la
senda de la perfección y el camino real de la gloria: os ofrezco los
merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de aquella
paciencia invicta con que sufrió desprecios, calumnias, cárceles y cadenas con
un espíritu tan constante y alegre en los trabajos, que decía no tener el mundo
tantos grillos y cadenas como deseaba padecer por Jesús. Os suplico, Padre
amantísimo de mi alma, fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu, para que con
invencible paciencia resista los trabajos, penas y angustias de esta miserable
vida, pobreza, dolores y afrentas, fabricando de ellas escala para subir a la
gloria y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios,
honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEXTO
Jesús mío dulcísimo, que con el ejemplo y las palabras nos enseñasteis el continuo ejercicio de
la oración y a vivir con el cuerpo en la tierra y en el cielo con el espíritu:
os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre san Ignacio, y singularmente
los de aquella continua y perfectísima oración con que vivió entre los ángeles
mientras moraba entre los hombres, para conducirlos con sus trabajos y fatigas
a la patria bienaventurada. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me
concedáis el don de la oración perfecta en aquel grado que me conviene para mi
salvación y para llevar a otros muchos a la gloria, y la gracia que os pido en
esta novena, si es para mayor gloria de Dios, honor del santo y bien de mi
alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA SÉPTIMO
Jesús mío dulcísimo, que con las austeridades de vuestra sacratísima vida, pasión y muerte
procurasteis inspirarnos una vida austera, rígida, penitente y mortificada: os
ofrezco los merecimientos de mi Padre San Ignacio, y singularmente los de su
espantosa penitencia, con la cual convirtió la gruta de Manresa en un abreviado
mapa de los rigores de Egipto, Tebaida y Nitria, y venció todas sus pasiones
hasta reducirlas a ser instrumentos de la divina gracia. Os suplico, Padre
amantísimo de mi alma, me concedáis unas mortificación interior y exterior tan
perfecta que sujete todas mis pasiones y apetitos a la gracia, y con
austeridades y penitencias de la carne, mi cuerpo obedezca a las leyes de una
castidad evangélica; y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de
Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las
oraciones finales.
DÍA
OCTAVO
Jesús mío dulcísimo, que, desde el instante de vuestra encarnación en el
seno purísimo de Vuestra Madre Virgen, obedecisteis hasta morir obediente en la
cruz; os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San Ignacio, y
singularmente los de su heroica obediencia con que obedeció a todos sus
superiores, especialmente al Sumo Pontífice de Roma, Vicario de Cristo en la
tierra, consagrado con toda su religión, la Compañía de Jesús con particular
voto a la obediencia de la Santa Sede. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma,
me concedáis una perfectísima obediencia a todos mis superiores, continuada
todos los instantes de mi vida, y perfecta en los tres grados de obedecer en
cuanto a la ejecución, en cuanto a la voluntad y en cuanto al entendimiento y
la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y
bien de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
DÍA NOVENO
Jesús mío dulcísimo, que al morir nos mostrasteis el amor y deseo ardiente que teníais de que
los hombres todos amasen, reverenciasen y sirviesen a vuestra Santísima Madre, encomendándola
al Discípulo Amado: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San
Ignacio, y singularmente los que atesoró con la cordialísima devoción que
profesaba a María Santísima, a quien escogió por Madre desde su conversión; y después
esta Señora hizo oficio de madre amorosa en todas las empresas que para mayor
gloria vuestra emprendió el Santo, iluminándole para que escribiese el libro
admirable de los Ejercicios y el de la Constituciones y Reglas de la Compañía. Os
suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis una sólida y cordial devoción
para con María Santísima, vuestra Madre, aquella devoción que es señal cierta
de predestinados; que yo sirva a esta Señora con los obsequios del más fiel y
obediente hijo, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios,
honor del Santo y provecho de mi alma. Amén.
—Tres Padre Nuestro y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
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