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La bienaventurada santa Ana, madre de nuestra
Señora santa María, Madre de nuestro Señor Jesucristo, fué natural de Belén,
hija de Stolano, y por otro nombre Gaziro, y de Emerencia, y fué mujer de san
Joaquín, galileo, de la ciudad de Nazaret. Los dos eran de la tribu de Judá y
del real linaje de David. Se ejercitaban continuamente en la guarda de
la ley de Dios, en oraciones y santas obras, y particularmente en limosnas,
porque dividían la renta que cada año cobraban de su hacienda en tres partes,
de las cuales las unas gastaban en su casa y familia, la otra en el templo y
con sus ministros, y la tercera daban a los pobres.
Vivían muy afligidos estos santos casados
por haberlo sido veinte años sin tener fruto de bendición, por lo cual andaban
como avergonzados y corridos, y apartados del trato y conversación de los otros
hombres de su calidad, hasta que un día apareció un
ángel a san Joaquín y le dijo que Ana su mujer pariría una hija, a quien
pondrían por nombre María, la cual sería llenado Espíritu Santo, y más ilustre
y dichosa que Sara, Rebeca, Raquel y todas las otras excelentes mujeres que ha
habido en el mundo; y como el ángel lo dijo, así se cumplió.
Concibió Ana de su marido
Joaquín y parió a la serenísima Reina de los ángeles, nuestra Señora, la virgen
María. No tenemos otras
cosas ciertas y averiguadas de la vida y muerte de santa Ana. Algunos dicen que
murió después de haber nacido Jesucristo, nuestro Redentor, en 26 de julio,
imperando Octaviano.
Lo que podemos afirmar
seguramente es que tiene eminentísimo lugar en el cielo. Pues, así como la mayor alabanza que se puede dar a nuestra
Señora es llamarla Madre de Dios, porque en este apellidó se encierran todos
los privilegios, gracias y preeminencias que competen a tal Madre, así la mayor
loa que se puede dar a santa Ana es llamarla madre de la Madre de Dios, y abuela
de Jesucristo; del cual no hay duda sino que fué muy regalada y favorecida, y
enriquecida de todas las virtudes que convenía tuviese la que se podía tener
por tal, y a boca llena llamarse abuela del Hijo de Dios. Y si el agua es tanto más pura cuanto
se coge más cerca de su fuente, ¿qué debemos nosotros creer de la grandeza, excelencia y
pureza de esta gloriosa santa, que bebió y se hartó de la misma fuente de todas
las-virtudes y gracias, y según la carne le fué más conjunta persona que
ninguna otra criatura después de su bendita hija y Madre del mismo Dios?
Escribieron de santa Ana san
Epifanio, Hæresi, 68; san Juan Damasceno, lib. IV, cap. 15. También anda entre las epístolas
de san Jerónimo una,
que es la 101,
en que se trata de santa Ana y del nacimiento de nuestra
Señora, y el Martirologio romano
y los demás hacen mención de santa Ana. El papa Gregorio XII, el
año 1584, que fué el duodécimo de su pontificado, en el primer día de mayo
mandó que se celebrase por toda la Iglesia católica la fiesta de santa Ana, con
solemnidad de fiesta doble, a los 26 de julio, que es el día de su fiesta. (P.
Ribadeneira.)
LA
LEYENDA DE ORO (1897)
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