Compuesto en Italiano por el padre
Massimiliano Maria Mesini CPPS y publicado en Rímini en 1884; traducido por un
presbítero y publicado en Santiago de Chile en 1919, con aprobación
eclesiástica.
En el nombre del Padre, y
del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh
Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio
y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis
continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia,
yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las
injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas
y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién
no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí
si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las
venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie
podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan
saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced
que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros
gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA DÉCIMO (10 de julio)
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS SIRVE DE SALVACIÓN A QUIEN SE
VALE DE ELLA, Y DE CONDENACIÓN A QUIEN LA DESPRECIA.
I.
Jesús derramó su Sangre para la
salvación de todos;
sin embargo, el santo anciano Simeón predijo que ella habría de servir de salud
para muchos y de ruina para otros; y que ello sucedería cuando el alma de la
Madre divina fuera traspasada por la espada del dolor (San Lucas
II, 34-35). En el Calvario María fue por ésta atravesada, mientras
Jesús derramaba su Sangre en la Cruz. Por tanto, Jesús crucificado servirá de salvación a quien quiera
aprovecharse de la efusión de su Sangre, y servirá de ruina a quien rehúse
valerse de ella.
II.
Un ladrón crucificado junto a Jesús, despreció
obstinadamente su Sangre, y se condenó. Judas traicionó esta Sangre, y
desesperado se quitó la vida ahorcándose. Los judíos al pedir la muerte
de Jesús, gritaron: «Caiga su Sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos» (San Mateo
XXVII, 25);
y he aquí que pocos años más tarde, el mal que
habían imprecado, descendió sobre sus cabezas. Pues muchísimos de ellos
fueron muertos, otros hechos cautivos y Jerusalén totalmente destruida, como el
mismo Jesús lo había anunciado
(San
Lucas XIX, 44). ¡Qué tremendos castigos
tiene Dios aparejados a los conculcadores de su Sangre!
III. Si
en el tiempo pasado hemos despreciado la Sangre de Jesús, haciéndonos sordos a
las divinas inspiraciones, viviendo obstinados en la culpa, y no cooperando a
las gracias que Dios nos ha dado; no suceda así en lo futuro, para no atraer
sobre nosotros la más terrible venganza del Cielo. La voz de la Preciosa Sangre sirve de misericordia a quien la
escucha, pero de condenación a quien la desprecia.
EJEMPLO
San Francisco de Borja,
llamado al lecho de un moribundo que pertinazmente rehusaba confesarse, con el
crucifijo en una mano y palabras de fuego en los labios, hizo poderíos para hacerlo
arrepentirse. Más despreciando aquel impío las palabras de Francisco, el
crucifijo comenzó a gotear viva Sangre de sus llagas, y con amorosos acentos,
dijo: «Mira cuánto he padecido
y cuánta Sangre he derramado por ti: ¿por qué, entonces, no te entregas? ¡Ah!
Confiésate arrepentido, que te perdono». Pero
aún a vista de tan gran prodigio, permaneció aquél siempre obstinado, y Jesús
desclavo una mano y llenándola de Sangre, la arrojó al rostro del pérfido,
diciéndole: «Si no la quieres para salvarte, sírvete de condenación». El desgraciado, blasfemando, murió
presa de la más aterradora desesperación (Colección de las Obras del Santo, y
su vida, por su sobrino-nieto, Francisco Borja).
¡Terrible ejemplo para
quien deprecia las divinas gracias que Jesús nos ha merecido con la efusión de
su Sangre!
—Se medita y se pide lo que se desea
conseguir.
OBSEQUIO:
Haced el acto de contrición con el firme propósito
de valeros siempre de la Sangre Preciosa.
JACULATORIA:
Haced que
sea, caro Señor, la Sangre vuestra mi salvación.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA.
¡Qué locura, oh Señor, ha sido hasta ahora la mía de resistir a vuestras gracias! ¡Me
habéis ofrecido el perdón y yo lo he rehusado; me habéis extendido vuestros
brazos para apretarme al seno, y yo os he vuelto las espaldas y me he escapado;
me habéis mostrado la Sangre derramada para salvarme, y yo la he pisoteado
cometiendo nuevos pecados! ¡Desgraciado de mí, que no merezco más perdón! Pero ¡ea!
Por esta misma Sangre, no me rechacéis, ahora que arrepentido me vuelvo
a Vos, Sangre Preciosa, con vuestra voz omnipotente, perorad en favor mío; ya
que en lo futuro no sólo no quiero jamás pisotearos, sino vivir siempre como
vuestro verdadero amante. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh
Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada Cruz de mis culpas, coronado
con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh
Jesús de mi vida! Cruz,
espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es
el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas
de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el
agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra
Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es
la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando,
abrasado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor
sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra
bondad. ¡Oh
Jesús de toda mi alma! Parece que
hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos
con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante;
Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro
Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de
mi amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme
misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas
espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que
llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas,
llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor,
para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente
gozaros. Amén.
℣. Señor, nos redimisteis con vuestra sangre.
℟. Y nos habéis hecho un Reino para
nuestro Dios.
ORACIÓN
Dios
omnipotente y eterno, que
habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser
aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el
precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de
los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo
en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina
por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y
del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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RESÍSTENS.
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