Compuesto en Italiano por el padre
Massimiliano Maria Mesini CPPS y
publicado en Rímini en 1884; traducido
por un presbítero y publicado en Santiago
de Chile en 1919, con aprobación
eclesiástica.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA VIGÉSIMO (20 de julio)
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS OBTIENE AUXILIOS ESPECIALES EN
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.
I.
Jesús,
rogado por su madre a que supliera la falta de vino en un banquete nupcial,
respondió que aún no había llegado su hora; pero después, con un milagro, mudó
el agua en vino. Dice San Agustín que la hora predicha era la de su Pasión (Dominica II
después de la octava de Epifanía, Sermón I).
Jesús quiso, por tanto, significar que, si entonces concedía una gracia
temporal a los esposos, proveyéndoles del milagroso vino, figura de su Sangre;
vendría más tarde el tiempo en que elevaría el matrimonio a sacramento, y con
la efusión de su Sangre merecería para los esposos, una gracia especial para
cumplir sus deberes, como enseña el concilio Tridentino («La gracia para
santificar a los cónyuges, Cristo nos la mereció con su Pasión». Concilio de
Trento, sesión 24. Decreto del Sacramento del Matrimonio). Bendice, pues, y
agradece, oh cristiano, a la Preciosa Sangre, que tales auxilios particulares
te ha merecido y te concede, en el sacramento del matrimonio.
II.
El matrimonio es un gran
sacramento, dice
San Pablo, figura de los desposorios
de Jesús con la Iglesia (Efesios V, 32); por esto, no con enamoramientos y
pecados hay que prepararse a él, sino con obras santas y además hay que
celebrarlo ante el Altar, con la bendición del propio sacerdote; pues de lo
contrario, Dios no reconoce como verdaderos cónyuges a los esposos. Jesús no puede separarse de la Iglesia a quien ama
tiernamente, y a Ella sola reconoce por suya; y esta procura conquistarle
devotos que lo sirvan con fidelidad. Asimismo, el
esposo y la esposa estrechados por vínculo indisoluble, deben amarse
mutuamente, llevar una vida honesta y edificante, y educar santamente a sus
hijos; como que con tal fin elevó Jesús el matrimonio a sacramento. Quien se conduzca diversamente, atraerá sobre su cabeza, no la
gracia que le ha merecido la Preciosa Sangre, sino la divina maldición.
III.
No solamente dice San Pablo; que el matrimonio es sacramento, y que los
casados deben vivir entre ellos en paz, y procurar la salvación de sus hijos; sino que agrega también: «Hijos, obedeced a
vuestros padres en el Señor; pues él ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre y
serás bendito» (Efesios VI,
1-3). Esto deben, por consiguiente,
hacer los hijos, si desean que todo bien descienda sobre su cabeza. ¡Quiera Dios que
todos hagan lo que tuvo en su intención el Redentor al instituir este
sacramento y sean dignos de la santificación que él mismo aporta por los
méritos de la Sangre Preciosa! Entonces ciertamente no se verían
tantos desconciertos y males en el mundo. Más hay muchos en el mundo
que a esto no atienden; de donde proviene que tantas familias sean malditas de
Dios también en este mundo, y tantas almas vayan condenadas al infierno.
EJEMPLO
Santa Brígida, a la edad de diez años, oyó el sermón
de la Pasión, y la noche siguiente vio a Jesús crucificado y ensangrentado, que
con ella conversó de sus dolores; los cuales de tal manera se grabaron en su
mente, que durante su vida meditó de continuo la divina Pasión. Un día fue
vista con la aguja en mano y el trabajo abandonado sobre las rodillas, estarse
inmóvil, fijos los ojos en el Cielo, derritiéndose en lágrimas, mientras una
hermosa niña trabajaba en su lugar. Debiendo contraer matrimonio, a él se
preparó con largas oraciones, y en el curso de su vida, pensó siempre en Jesús
derramando Sangre en la Cruz, según le había referido la Virgen Santísima: «Este collar esté siempre
sobre tu pecho… el collar es la consideración de su Pasión… de cómo estaba en
la Cruz manando Sangre» (Revelaciones de Santa Brígida, libro I, c.
7); y de esa manera
obtuvo gracias singulares para educar santamente a los ocho hijos que tuvo y
para encender el divino amor en el corazón de su marido. Muerto el cual, se
dirigió a Roma y luego a Jerusalén a fin de venerar los lugares donde el
Salvador derramó su Sangre. Entonces fue cuando Jesús le hizo revelaciones
especiales acerca de los detalles de su Pasión. Vuelta a Roma, Jesús se le
apareció de nuevo, y asegurándole que se salvaría, le manifestó el día de su
muerte, que fue verdaderamente preciosa (Juan Croiset SJ, Ejercicios de
Piedad, Vida de los Santos, 8 de Octubre; y René François Rohrbacher, Historia
de la Iglesia, libro 80)
Oh cristianos, imitad a ésta en prepararos piadosamente a la celebración del
sacramento del matrimonio, sed como Santa Brígida devotos de la Preciosa
Sangre, y como ella alcanzareis copiosas bendiciones para vuestras familias.
—Se medita y se pide lo que se desea
conseguir.
OBSEQUIO:
Usad con modestia de vuestros sentidos,
especialmente de los ojos.
JACULATORIA:
Sangre
Preciosa, Tú nos bendices, y viviremos siempre felices.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Ningún bien puede hacer el hombre sin Vos, ¡oh divino Salvador!; y por esto Vos, mediante los méritos
de vuestra Sangre, en el sacramento del matrimonio, dais a los esposos gracias
especiales, para vivir santamente y educar a sus propios hijos. Pero hoy día
esta gracia es despreciada de muchos que viven mal, y mal educan a sus hijos,
con grave ofensa vuestra y con grave daño a la sociedad. ¡Oh Jesús mío!, no atendáis a su indignidad, sino a
la Sangre que derramasteis, para el bien de la familia humana, y dad a esos
miserables más viva luz para conocer sus propios deberes, y gracia más eficaz
para cumplirlos; a fin de que, santificadas las familias por los méritos de
vuestra Sangre, de ello resulte gloria para Vos y bien a la sociedad. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada Cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! Cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrasado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mi amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.
℣. Señor, nos redimisteis con vuestra sangre.
℟. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios.
ORACIÓN
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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