El glorioso maestro y
caritativo sacerdote secular san Juan Cancio fue natural del reino de Polonia,
y nació en un lugar llamado Kencio del obispado de Cracovia.
Sus padres, no menos nobles por su sangre que por su cristiana piedad,
le enviaron a estudiar las letras humanas y divinas a la universidad de
Cracovia.
Allí se graduó de doctor, y enseñó filosofía, y
fue nombrado decano de los doctores de aquella facultad.
Leyó después teología con grande aplauso y edificación de sus
discípulos, los cuales salían de su escuela no menos virtuosos que sabios.
Muchas veces se desnudó de sus vestidos por
cubrir a los pobres que hallaba temblando de frío.
Le vieron con frecuencia los doctores de la universidad postrado y
arrebatado en dulces éxtasis delante de una imagen de Cristo crucificado que
estaba en el colegio.
La tierna devoción que tenía a la pasión del
Salvador le movió a visitar en hábito de peregrino y caminando siempre a pie
los santos Lugares de Palestina, para regar con sus lágrimas aquellos sitios
que el Señor regó con su sangre.
Cuatro veces
visitó también el sepulcro de los apóstoles san Pedro y san Pablo: y en una de
estas romerías habiéndole asaltado unos ladrones y robado el dinero que
llevaba, le preguntaron si tenía más; y el siervo de Dios respondió que no,
pero acordándose luego que aun traía algunas monedas escondidas en el vestido,
los volvió a llamar y les dijo: «Me
había olvidado de estas monedas que aún me quedaban: tomadlas también si
queréis.»
Los ladrones maravillados de tal ofrecimiento, y movidos de la santidad
que en él resplandecía, le restituyeron todo lo que habían robado, pidiéndole
perdón de su culpa.
Habiendo vacado la iglesia parroquial de Ol-Kusz, cinco millas distante
de la ciudad de Cracovia, los rectores de la universidad le confiaron la
administración de aquella parroquia, en la cual el santo hizo grandes proezas
de caridad, y encendió en amor de Jesucristo los corazones de los fieles; mas
temiendo los peligros que van unidos con el cargo de pastor de las almas, hizo
muchas instancias para que le descargasen de aquel peso que para su profunda
humildad era intolerable, y volvió a continuar sus lecciones de sagrada
teología, y a ser al propio tiempo el padre de los pobres, y ángel consolador
de todas las personas afligidas.
Finalmente, entendiendo que se llegaba el
día de su dichoso tránsito, distribuyó a los pobres los pocos objetos que en
casa quedaban, y habiendo recibido con extraordinaria devoción los sacramentos
de la Iglesia, a los sesenta y siete años de su edad entregó su alma santísima
en las manos del Creador.
El Señor ilustró después su sepulcro con grandes y continuos milagros.
Reflexión: El
glorioso san Juan Cancio fue un doctor muy sabio de la universidad de Cracovia;
y poseyó en grado todavía mayor la verdadera sabiduría.
¿Sabes cuál es ésta?
Es la ciencia de los
santos; y es una ciencia que a pesar de ser la más sublime está al alcance de
todos.
Cumplir con los preceptos de Dios y
practicar las virtudes cristianas según el estado de cada uno, no es cosa que
esté al otro lado de los mares o en lo más alto de los cielos, como dice el
Señor, para que nos excusemos de hacerlo por cualquier frívolo pretexto.
Oración: Concédenos ¡oh Dios omnipotente!
que
aprovechando en la ciencia de los santos, con el ejemplo de san Juan Cancio, tu
confesor, y ejercitando las obras de misericordia, por sus méritos obtengamos
el perdón de nuestros pecados. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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