Un célebre arquitecto, MARCO AGRIPA, había levantado, antes
del nacimiento de Cristo, un templo magnífico, el Panteón, dedicado a todos los
dioses, a los conocidos y a los ignorados.
AL
CONVERTIRSE ROMA AL CRISTIANISMO, no fue derribado aquel
templo; si los paganos adoraban a sus mentirosas divinidades, ¿no teníamos nosotros nuestros santos merecedores de toda
veneración?
Por eso el PAPA BONIFACIO IV dedicó el templo al
culto de los MÁRTIRES
que habían ofrecido su sangre y su vida a Dios en todas las regiones
del mundo.
DESPUÉS, DEL CULTO A TODOS
LOS MÁRTIRES SE PASÓ AL CULTO DE TODOS LOS SANTOS. Y
la razón es clara:
¡De cuántos santos no
conocemos absolutamente nada, ni su vida ni el nombre!
Sólo
Dios ha penetrado en su alma, contemplando sus virtudes, sus plegarias, sus
lágrimas, sus largos sufrimientos y sus ásperas penitencias...
Además,
también de los santos conocidos no podemos celebrar su fiesta particular
durante el año.
NO ES, PUES, JUSTO QUE ESTOS HÉROES CRISTIANOS PASEN DESCONOCIDOS, y que nosotros nos perdamos su poderosa protección.
ESTAS RAZONES HAN MOVIDO A LA IGLESIA A ESTABLECER ESTA FIESTA en
la que todos los santos sean honrados e invocados.
Por eso, para incrementar
nuestra devoción por los santos, veamos estas dos sencillas reflexiones:
1)
los santos son un gran ejemplo para nosotros
2)
y son también un auxilio poderoso
1. LOS SANTOS SON UN GRAN
EJEMPLO PARA NOSOTROS
Habían llegado para el
pueblo Israelita días tristes y desgraciados. Jerusalén había caído en poder de
los extranjeros; el templo, profanado y robado; la juventud, prisionera o
muerta; y por todas partes resonaban las torpes canciones de los soldados de
Antíoco, deseosos siempre de saquear y matar.
Matatías
MATATÍAS, el
anciano padre de los Macabeos, se
había escondido en el desierto, donde por la edad y por la congoja se enfermó. PERO ANTES DE MORIR, llamó en derredor
de su lecho a sus cinco hijos y les dijo: «Hijos míos: Os toca
vivir en medio de un mundo pervertido, en un tiempo de pecado y de escándalo;
recordad los ejemplos de vuestros antepasados, y sacaréis fuerza y gloria.
Recordad la fe de Abraham, que creyó en las promesas de Dios, aun cuando se le
ordenó sacrificar a su hijo; Tened también vosotros fe en Dios, ahora que
nuestra nación está destruida. Acordaos de la resignación de José, vendido por
sus crueles hermanos, y tan temeroso de la ley de Dios, que huyó de la
deshonesta mujer de Putifar, y fue recompensado por Dios; también vosotros
resignaos a la voluntad de la Providencia, y conservaos puros, si anheláis el
premio. Acordaos de Josué, que, con grandes trabajos y hazañas, logró
conquistar la tierra prometida.
No echéis en olvido a
David, que por su piedad y misericordia heredó el trono real por los siglos de
los siglos.
Acordaos de Daniel, que
fue arrojado en la cueva de los leones a causa de su rectitud, y de aquellos
jóvenes que prefirieron ser encerrados en el horno encendido antes que
quebrantar la ley de Dios...»
“Así, de generación en
generación, el anciano moribundo recordaba a sus hijos las proezas de los
santos del Antiguo Testamento, y cuando terminó, levantó la mano, los bendijo y
murió”. (I Mac, II).
APLICACIÓN
ME PARECE QUE LA IGLESIA,
A SEMEJANZA DEL ANCIANO MATATÍAS, congrega en derredor de sí a sus
hijos para mostrarles los ejemplos de los santos.
Es verdad que vivimos en
tiempos de pecado y en un mundo esencialmente perverso, pero también los santos
que reinan en el Paraíso vivieron tiempos difíciles. Recordemos sus ejemplos
para imitarlos y por ese medio santificarnos.
«PERO NO TENGO TIEMPO — dicen algunos — para
santificarme y dedicarme a tantas devociones; estoy muy ocupado en mis
asuntos.»
¿Y creen ustedes que
Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Génova, San Felipe Neri y tantos otros
santos no tenían ocupaciones materiales?
Si el tiempo que emplean
en las diversiones, en el Internet, viendo televisión, en la vanidad, en las
conversaciones frívolas y mundanas, lo emplearan en santificar el alma, ¡qué elevada
sería vuestra santidad!
“Decís que no tenéis tiempo, y tenéis a vuestra disposición toda
vuestra vida, pues para eso únicamente os ha creado el Señor”.
«PERO TENGO MI FAMILIA, VIVO EN MEDIO DE UN MUNDO CORROMPIDO,
RODEADO DE ESCÁNDALOS.»
Los santos también
vivieron en medio de muchas tentaciones según sus diversos estados de vida: San Luis, era rey; Santa Pulquería vivía en
la corrupción de la corte de Constantinopla; San Isidro era aldeano; Santa
Zita, sirvienta en una casa privada.
En todos los estados y
condiciones podemos llegar a la santidad.
«PERO YO TENGO UN TEMPERAMENTO FOGOSO, SOBERBIO..., MI CARNE ES
DÉBIL, MUY DÉBIL…NO PUEDO RESISTIR A LAS TENTACIONES.»
También
los santos tuvieron flaquezas, como nosotros; también ellos fueron zarandeados
por la tentación, pero la superaron.
Si ellos vencieron, ¿por qué no
hemos de vencer nosotros?
No pensemos que fue cosa
sencilla para San Agustín el
triunfar de las rebeldías de la sensualidad, y para San Carlos Borromeo, el vivir abrazado con la humildad, y para San Francisco de Sales, el refrenar los
ímpetus de la irascibilidad; leamos sus vidas y veremos las esforzadas luchas
que tuvieron que sostener contra las pasiones.
Pero triunfaron de ellas.
¿Nosotros
seremos los vencidos?
2. Y SON TAMBIÉN UN AUXILIO
PODEROSO
CUANDO EL HAMBRE INVADIÓ LA TIERRA DE CANAÁN, un anciano -Jacob- acompañado de sus hijos se retiró a Egipto, presentándose
al faraón para que les socorriera.
Jacob y José
En Egipto y en el palacio
del faraón se encontraba José (que era el gobernador e hijo de Jacob, y mucho tiempo
antes había sido vendido como esclavo por sus hermanos). Perdonando
a sus hermanos arrepentidos, dijo José
al introducirlos en la corte del soberano: «Aquí tenéis a mi padre y
a mis hermanos». Y
tuvieron víveres en abundancia, gozaron de una paz encantadora, y obtuvieron
tierras que cultivar: recibieron más de lo que habían soñado.
TAMBIÉN NUESTROS HERMANOS, LOS SANTOS, ESTÁN EN UNA REGIÓN
RIQUÍSIMA, en la mansión de un
soberano excelso, de Dios.
Cuando privados de los
bienes espirituales o materiales levantamos los ojos al cielo, ellos se dirigen
a Dios para decirle: «Escúchalos, atiéndelos,
porque son nuestros hermanos pequeños».
¿SE MOSTRARÁ SORDO EL SEÑOR A LA SÚPLICA DE SUS ÍNTIMOS AMIGOS?
Los santos en el cielo no
son egoístas una vez conseguida la felicidad; se acuerdan de nosotros, pobres
criaturas.
Ellos, sufrieron en un
tiempo lo que hoy sufrimos nosotros, y por eso nos entienden y siguen con
ansiedad las peripecias de nuestra peregrinación, rogando insistentemente a
Aquel que manda a los vientos y al mar, que se apiade de la barquilla combatida
por las pasiones.
Ellos que gozan de la
felicidad del Paraíso, tiemblan ante el pensamiento de que nosotros podamos
perderla y ruegan a Dios que nos conduzca al puerto del cielo.
LOS SANTOS DEL CIELO Y LOS CRISTIANOS DE LA TIERRA FORMAN UNA
SOLA FAMILIA; y así como en una familia el hermano bueno
intercede ante el padre irritado por el mal comportamiento de los hijos malos,
así los santos aplacan a Dios cuando se dispone a castigarnos por nuestros
pecados.
LEEMOS EN LA HISTORIA SAGRADA cómo
una vez el Señor había decidido exterminar al pueblo hebreo por haberse
rebelado quebrantando sus mandamientos. Pero, en medio del pueblo, se hallaban dos almas santas: Moisés y Aarón. El Señor
les decía grandemente irritado:
«Alejaos de ese pueblo,
porque quiero exterminarlos en un momento.»
Pero aquellos santos no se alejaron, insistieron en su oración, y Dios, aplacado por ellos, castigó únicamente a tres de los más culpables (Num., XVI, 20 s.).
LOS SANTOS, COMO MOISÉS Y AARÓN, SE INTERPONEN ENTRE DIOS Y
NOSOTROS.
¿Quién podría enumerar los castigos que iban a desencadenarse
sobre nuestra cabeza y que ellos han desviado?
¿Por qué no hemos muerto después de cometer nuestro primer
pecado?
¿Por qué el Señor nos aguanta y nos otorga el tiempo necesario
para hacer penitencia?
¡Oh si pudiésemos ver lo
que pasa en el Paraíso!
SI TAN PODEROSOS SON LOS SANTOS AL INTERCEDER POR NOSOTROS, estamos en el deber de acudir a ellos fervorosa
y frecuentemente.
EL SEÑOR HA DICHO QUE ALLÍ DONDE ESTÁN DOS O MÁS REUNIDOS EN SU
NOMBRE, allí está Él en medio de ellos para escuchar sus
ruegos; pues en el Paraíso no son solamente dos, son miles de millones los que
ruegan por nosotros. Su plegaria es nuestra más sólida defensa.
CONCLUSIÓN
ARREBATADO EN ÉXTASIS, SAN JUAN EVANGELISTA vio ante sí una puerta abierta por la que
entraba una incontable muchedumbre, de toda edad, sexo y condición.
¡Qué consoladora es esta revelación! Si tan innumerable era el número de los
elegidos, que San Juan no pudo contarlos, esto nos indica que no es tan difícil
el salvarse, esto quiere decirnos que también nosotros podemos pasar por aquella
puerta, que es Cristo, y gozar de la compañía de los santos.
PERO HAY UNA CONDICIÓN ESENCIAL: todos cuantos arriban al puerto de salvación,
llevan en su frente un sello revelador de su pertenencia y semejanza con el
Eterno Padre y con su Hijo unigénito. Este sello, según el profeta Ezequiel,
tiene forma de T, esto es, de una cruz, y está grabado en la frente de los que
lloran y gimen por los pecados. Signo Tau super frontem vivorum gementium et flentium (Ez., IX, 4).
“Señala con
la letra T las frentes de los hombres que gimen y se lamentan por todas las
abominaciones.”
¿QUÉ QUIERE DECIR ESTO? Quiere
indicarnos que para ser participantes de la gloria y felicidad de los santos,
hay que tomar parte en sus penitencias y sufrimientos.
FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
Este día se celebran a todos
los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos
para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido
canonizados (la
mayoría no ha sido canonizada) y
son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.
Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en
la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de
sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de
cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar
íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto
ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y
debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
Aunque todos los días
deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida
nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que
ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos
especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.
Este día es una
oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos
a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer
milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien,
con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando
conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra
pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y
las omisiones.
Se puede aprovechar esta
celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios
para lograrlo:
¿Cómo alcanzar la
santidad?
— Detectando
el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
—
Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
—
Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de
Filomelio, comunicándole la muerte de
su santo obispo
Policarpo, en el año156. Esta carta
habla sobre Policarpo
y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se
puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su
memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se
reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que
existe entre el
sacrificio de Cristo y el de los mártires
La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las
tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del
Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos
en Roma.
Las historias de los
mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de
base para redactar el Martirologio Romano, en
el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados
por la Iglesia.
Cuando cesaron las
persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros
cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin
llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla
del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el
martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron
condenas de cárcel por Cristo.
Más adelante, aumentaron el
santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una
vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio
(356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después,
se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el
obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto
público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices,
quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a
cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y
exageraciones.
Categorías de culto
católico
Los
católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría
viene
del griego latreia, que quiere decir
servicio a
un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y
externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía
viene
del griego doulos que quiere decir servidor,
servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los
bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este
es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la
intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus
imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser
querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración
especial: Este culto lo reservamos
para la Virgen
María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su
dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos
esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la
adoración.
Excelente relato sobre la vida de santos.
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