Preparemos nuestras almas a las
gracias que el cielo va a derramar sobre el mundo a cambio, de sus homenajes.
Será tal mañana la alegría de la Iglesia, que se creerá vivir ya en la
eternidad. Pero hoy se presenta ante nosotros con libreas de penitencia,
reconociendo que no pasa de ser una desterrada (Hebr., XI, 13). Ayunemos y
oremos con ella. ¿Qué somos nosotros también sino
caminantes de un mundo en que todo pasa y marcha rápidamente a la muerte? La
solemnidad que va a empezar, cuenta de año en año, entre nuestros compañeros de
otros tiempos, nuevos elegidos que bendicen nuestro llanto y sonríen a nuestros
cantos de esperanza. Cada año nos acercamos al término y también nosotros,
admitidos en la fiesta del cielo, recibiremos el homenaje de los que vienen
detrás y les tenderemos la mano para ayudarlos a unirse con nosotros en el país
de la felicidad que no tiene fin. Sepamos desde ahora libertar nuestras almas,
y en medio de los vanos cuidados conservemos nuestros corazones libres de los
falsos placeres de una tierra que no es la nuestra: un desterrado no tiene más
inquietud que su aislamiento ni otra alegría que la que le procura el gusto anticipado
de la patria.
Imbuidos en estos pensamientos, digamos con la Iglesia en este día de
vigilia:
ORACION
Señor, Dios nuestro, multiplica
sobre nosotros tu gracia; y haz que consigamos en nuestra santa profesión la
alegría de aquellos cuya gloriosa solemnidad prevenimos. Por Nuestro Señor
Jesucristo.
Y terminamos este mes con un homenaje a María,
Reina del Santísimo Rosario y Reina de los Santos, que tomamos de un misal
dominicano.
SECUENCIA
He aquí que en el jardín virginal
echan brotones los nuevos vastagos y se forman las flores; apunta la fertilidad
de la primavera.
Han terminado las heladas; se ha ido el
invierno y las lluvias y la nieve han desaparecido con él; se han mostrado las
rosas en la tierra, como sembradas por los cielos.
La rosa ha producido al lirio; y luego del
jardín de su hijo, mientras duró su destierro, ella ha recogido y cosechado.
Para los justos la alegría, para los
pecadores una nueva inocencia, para los elegidos la gloria, para todos la
salvación:
Dones que Cristo trajo de los cielos, que
aseguró con sus padecimientos a la tierra, salvando al mundo que había venido a
vencer.
Descansa entre las hojas del rosal, se hiere
en sus espinas, se corona con sus flores: y de ese modo nos llama, nos
justifica, nos recompensa.
Gracias, pues, a la vara bendita, a sus
hojas, a sus espinas, a sus rosas, tenemos patria; donde mora el augusto
jardinero, allí nos esperan sus delicias.
La emperatriz que se complace en la compañía
de nuestra milicia santa, preside a la triple jerarquía dé los nueve coros.
Nueva triunfadora que reparas el antiguo
desastre, para ti nuestros cantos.
Pero otra vez amenaza y ruge el enemigo; si
tú no le detienes, acaba con los cristianos.
Te saludamos, morada del Verbo, santuario
del Espíritu Santo, hija del Padre soberano.
Esté siempre tu ayuda con nosotros en los
peligros múltiples de esta vida, en las asechanzas del enemigo.
Y después del combate, sea nuestra corona de
rosas y de lirios cogidos en los jardines de los cielos. Amén.
“EL AÑO LITÚRGICO”
DOM PROSPERO GUÉRANGER
ABAD DE SOLESME.
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