El fortísimo mártir de
Cristo san Eustaquio era patricio romano de ilustre linaje: se
llamaba Plácido antes del bautismo, y tenía el grado de oficial en el ejército
del emperador.
Habiendo hecho grandes servicios a Vespasiano y a su hijo Tito en las
guerras contra los judíos, se retiró a Roma; y saliendo un día a
caza, echó de ver un ciervo de extraña grandeza que se le puso delante y traía
entre los cuernos un crucifijo rodeado de maravillosa claridad, y oyó una voz
que le día: «Plácido, no quiero que me persigas: yo
soy Jesús que morí por tu amor y ahora quiero
salvarte.»
Se apeó Plácido despavorido, y postrado en
tierra adoró al Señor, el cual le mandó que fuese al presbítero de los
cristianos y se bautizase con su mujer y sus hijos.
Lo hizo así, mudando el nombre de Plácido en el de Eustaquio y el de su
mujer que se llamaba Taciana en el de Teopista, para que por estos nombres
fuesen conocidos de los cristianos y no lo fuesen de los gentiles.
Los dos hijos que tenía Eustaquio
se llamaron Agapito y Teopisto.
Más habiendo mudado con los nombres las costumbres, y trocado las de la
gentilidad, por las muy santas de la fe que habían abrazado, Eustaquio fue acusado de ser cristiano, y perdió el grado
y la renta que era muy crecida y como de uno de los primeros oficiales del
ejército.
Entonces se ausentó a un lugar donde no fuese conocido, y se concertó
con un labrador rico para cultivar una de sus haciendas, y en este oficio, andando tras los bueyes, gobernando el arado el que había
gobernado un ejército, pasó tranquilamente quince años.
En este tiempo sucedió Trajano en el imperio, y le ofreció una
guerra dificilísima contra los bárbaros de varias naciones que amenazaban caer
sobre el imperio, acordándose del valor que había mostrado Plácido en la guerra
contra los judíos, le mandó buscar, y le hizo general del ejército.
Marchó pues contra los enemigos con tan feliz suceso que alcanzó de
ellos insigne victoria y mereció entrar en Roma con los honores del triunfo.
Pasados los días del regocijo ordenó el
emperador que se hiciese un solemne sacrificio de acción de gracias a los
dioses.
El santo general le dijo que lo haría en
honra del verdadero Dios a quien se debía la felicidad de su campaña, y le
declaró que era cristiano: por
lo cual bramando de rabia el tirano, le condenó a las fieras, y para que la
afrenta fuese tan grande como la honra pasada, mandó que le llevasen casi
desnudo hasta el anfiteatro, y le arrojasen con su mujer y sus hijos a las
fieras.
Respetaron ellas a los santos, y les
lamieron los pies sin hacerle daño alguno, por lo cual ordenó el bárbaro
emperador que fuesen abrasados en unos bueyes de bronce, en cuyo espantable
martirio entregaron su espíritu al Creador.
Reflexión: Ya lo ves:
después del triunfo del
martirio: esto
es lo que sabe dar el mundo a los que le sirven, cuando, dejan de servirle por
servir a Dios.
Pero
así alcanzó Eustaquio más ilustre victoria que la que había alcanzado de los
bárbaros.
Y ¿qué
tenía que ver el triunfo con que fue recibido en Roma, con la gloria con que
entró poco después en el reino de los cielos?
Sirvamos
pues fielmente a nuestro Señor, aun con desagrado del mundo, porque sólo Dios
es santo y Señor nuestro, y fiel en sus promesas y magnífico en sus
recompensas.
Oración: ¡Oh Dios! que nos
haces la gracia de que celebremos el nacimiento para el cielo de tus
bienaventurados mártires Eustaquio y sus compañeros, concédenos que logremos la
dicha de gozar con ellos del júbilo y felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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