El santísimo obispo de Nola san Paulino fué de nación francés, y
nació de padres muy nobles y ricos en la ciudad de Burdeos.
Tuvo por maestro a Ausonio Galo, excelente poeta y muy
estimado en aquellos tiempos; y llegado a la edad competente, se casó con una
señora muy principal llamada Terasia, y como todos tenían en él puestos los ojos
así por su sangre como por sus letras, riquezas y loables costumbres, llegó a
ser cónsul y prefecto de la ciudad de Roma.
No tuvo hijos de su mujer y así propusieron los dos esposos,
tocados de Dios, vivir como hermanos, y se vinieron a España y estuvieron algún
tiempo en Barcelona, donde por aclamación del pueblo, el obispo Lampio, contra
la voluntad del santo, que quería servir a la Iglesia de sacristán, le ordenó
de sacerdote, como el mismo santo lo refiere en sus escritos.
Habiendo repartido a los pobres todos sus
bienes, se retiró con su esposa a un campo de la ciudad de Nola, donde vivían
en hábito y profesión de monjes; mas como ya la fama de sus virtudes se hubiese
extendido por toda aquella tierra, en muriendo el obispo de Nola, le
compelieron a aceptar el gobierno de aquella Iglesia, donde edificó a todos no
menos con sus admirables ejemplos, que con su celestial doctrina.
Le envió a llamar al emperador Honorio para
un concilio que se juntaba sobre ciertos negocios tocantes a la quietud de la
Iglesia, llamándole santo y venerable padre y verdadero siervo de Dios.
Cuando Alarico rey de los Godos tomó a Roma y la saqueó, vino
también a Nola y prendió al santo obispo.
Dice san Agustín, que entonces se alegró el
santo de no ser atormentado por el oro y la plata, porque todos sus tesoros
tenía en el cielo; y habiendo saqueado después los vándalos la iglesia, procuró
san Paulino desentrañarse y allegar lo que pudo para redimir a los cautivos.
Y dice san Gregorio papa,
que en esta sazón vino a san Paulino una pobre viuda a pedirle limosna para
rescatar un hijo que los vándalos se habían llevado a África, y estaba en poder
del yerno del rey.
A la cual respondió el
santo que ya no tenía cosa que darle, sino a sí mismo, y en efecto pasó a
África, y se entregó al yerno del rey por el hijo de aquella viuda, haciendo
todo el tiempo de su cautiverio oficio de hortelano, hasta que el rey de los
vándalos sabiendo que Paulino era obispo, le mandó a su tierra cargado de dones
y acompañado de los cautivos que pertenecían a su obispado.
Finalmente después de haber gobernado largos
años como santísimo pastor aquel rebaño de Cristo, fue consolado en su dichoso
tránsito por los gloriosos santos Jenaro y Martín, que se le aparecieron y
acompañaron su santa alma a los cielos.
*
Reflexión:
En el libro
inmortal que nos ha dejado san Paulino sobre las Delicias de la antigua piedad
cristiana, recomienda encarecidamente la caridad y misericordia, que es el
principal mandamiento de la Ley evangélica, y la virtud que nos hace más
semejantes al divino modelo Jesucristo.
Por esta causa no dudó el santo en venderse por esclavo a
trueque de rescatar al hijo de aquella viuda.
¡Oh, sí prendiese el
fuego de la caridad de Cristo en todos los corazones!
¿Habría por ventura en el mundo una sola familia menesterosa, un
solo enfermo, una sola viuda, un solo huérfano, un solo pobre, que no hallase
amparo y refugio bajo el manto de la caridad?
Oración: Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable festividad de tu confesor y pontífice
san Paulino acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra salvación
eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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