La virgen santa Catalina,
esclarecida lumbrera de la filosofía cristiana, y mártir de Jesucristo, nació
en Alejandría de Egipto; y como se dice en el Monólogo del emperador Basilio,
fué de sangre real.
La criaron sus padres en la verdadera fe: y como era avisada y de alto
entendimiento, fué también enseñada en todas las letras de la filosofía humana,
que en el tiempo florecían en la ciudad de Alejandría.
Tenía la santa doncella unos diez y ocho años,
cuando el emperador Maximino II vino a Alejandría para inaugurar ciertas
fiestas y regocijos en honra de los dioses del imperio, y hacer burla y
escarnio de los misterios cristianos.
Se indignó Catalina al ver aquella pública
profanación; y movida del espíritu de Dios, y llegándose a los paganos que
celebraban aquellas sacrílegas bacanales, con gran libertad les reprendió y
afeó las cosas que hacían.
La acusaron, pues, delante del emperador, el cual mandó prenderla y
traerla a su presencia.
Le dio ella razón de sí y de su fe con tan
singular sabiduría, elocuencia y gracia, que el emperador, pasmado la estaba
mirando: y admirado de ver su incomparable hermosura, y oír la fuerza y peso de
sus razones, a las cuales él no supo qué responder, entendiendo que para
convencer a Catalina, era menester más ciencia que la suya, y para salir de
aquel aprieto, la mandó callar, y ordenó que la echasen en la cárcel, donde
pasó la santa algunos días sin comer bocado.
Entretanto, llamó el emperador a algunos varones, los más sabios y
elocuentes que había en Alejandría, para que, disputando con la santa doncella,
la convenciesen.
Se juntaron, pues, los más sabios filósofos
de la escuela de Alejandría; y concurrió toda la ciudad a aquel espectáculo tan
nuevo y maravilloso, en que los hombres tenidos por la flor de la sabiduría,
disputaron con una doncella cristiana en presencia del emperador.
Santa
Catalina deshizo todos sus argumentos, y les dejó tan confusos, que muchos de
los presentes se convencieron de la verdad de la fe, y se hicieron cristianos: por lo cual el emperador Maximino, pareciéndole
que ser vencido de una delicada doncella, era menoscabo suyo, mandó que fuese
despedazada en una máquina de dos ruedas sembradas de clavos.
Comenzando los sayones a mover aquellas
ruedas, de repente se destrabaron y rompieron.
Entonces mandó el tirano, que la santa
virgen fuese degollada.
Fué trasladado su sagrado cuerpo por
ministerio de los ángeles, al monte Sinaí.
Reflexión: ¿Puede concebirse mayor firmeza en la fe, y mayor pureza en las
costumbres, que la firmeza y pureza con que brilló la angelical virgen y mártir
Catalina?
Admirable fué la celestial sabiduría con que confundió a los
sabios del gentilismo: pero no fué menos admirable la constancia con que, en todo
tiempo, se abstuvo de las licenciosas diversiones paganas.
Sí: la
firmeza en las costumbres no es menos necesaria que la doctrina: y así como el dejarse llevar por toda clase de doctrinas, es
señal de fe vacilante, así también es piedad vacilante el gobernarse por la
costumbre y por el respeto humano.
¿Deseas ser constante
en la virtud?
Pon, como Catalina, el
fundamento de tu edificio espiritual en Jesucristo; y entonces podrás resistir
virtuosamente a todas las contrariedades.
Oración: Oh Dios, que diste la Ley a Moisés en la cumbre del monte Sinaí, y dispusiste
fuese enterrado en el mismo lugar, por ministerio de tus santos ángeles, el
cuerpo de tu bienaventurada Catalina; te suplicamos nos concedas que por sus
merecimientos e intercesión podamos llegar al monte que es Jesucristo. Por el mismo
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA-1946.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario