Fué san Maximino natural de la ciudad de Poitiers, hijo de
padres clarísimos en linaje, descendientes de senadores.
Tuvo por hermano a san Majencio, que fue obispo de Poitiers,
y él a su vez lo fue de Tréveris, por nombramiento de san Agricio y consentimiento
de todos los clérigos.
Grandes fueron las
cosas que hizo en defensa de la fe católica sin temer jamás al emperador
Constancio, hereje arriano.
Cuando todo el Oriente se levantó contra el
glorioso san Atanasio, que andaba huido y desterrado, no hallando donde acogerse
en todo el imperio, san Maximino le recibió y le tuvo hospedado en su casa
hasta que pasó aquella tempestad.
Hizo juntar un concilio
en Colonia para excomulgar y privar de su cátedra al obispo Eufrates, hereje,
que perdía aquella tierra.
Se halló también en el concilio
celebrado en Milán para expulsar a los herejes Eusebianos; y de acuerdo con san
Atanasio y el papa Julio y el célebre Osio de Córdoba, propuso san Maximino al
emperador Constancio la necesidad de un concilio general que se celebró en
Sárdica, donde fué de nuevo restablecido en su silla san Atanasio, y depuestos
los principales Eusebianos.
Y aunque estos se reunieron después en Filipópoli
de Tracia y tuvieron allí un conciliábulo que llamaron de Sárdica, para
confundir con este equívoco las decisiones del verdadero concilio, y osaron excomulgar
a san Maximino, el papa Julio, a Osio y a san Atanasio, no pudieron con toda su
malicia prevalecer sobre la entereza con que el santo defendió la verdadera fe.
Acreditó el glorioso san
Maximino la verdad católica alumbrando ciegos, sanando paralíticos, curando
endemoniados y obrando muchos y extraños prodigios.
Yendo una vez camino de Roma con san Martín,
un oso feroz les mató el jumentillo que les llevaba la ropa; entonces san
Maximino mandó al fiero animal que tomase sobre sí la carga, lo cual hizo el
oso llevándola hasta un lugar llamado Ursaria, donde san Maximino lo despidió.
Finalmente lleno de
méritos y trabajos murió en Poitiers, y su sagrado cuerpo fué trasladado a
Tréveris con grande solemnidad, obrando el Señor por él innumerables prodigios.
El terror de los normandos, que pasaban a sangre y fuego los
templos y monasterios, movió a algunos religiosos a ocultar las reliquias de san
Maximino en el año 882, dentro de una cueva; con este motivo se perdió la noticia
de ellas, hasta que habiéndose caído una grande peña, abrió con el golpe parte
del sepulcro, y fueron descubiertas por la fragancia que despedían, y se vio con
admiración de todos entero el santo cuerpo, e intactos sus vestidos al cabo de
tantos años.
Reflexión: Quiere Dios para
gloria suya y de sus santos que los animales y la naturaleza les estén sujetos,
como se veía en san Maximino.
¿Y qué hombre tan ciego hay que no vea por estos
argumentos que la religión católica que autorizan los santos con sus milagros,
es la que enseñó a los hombres aquel mismo Dios omnipotente que hizo el cielo y
la tierra?
Recibámosla pues de su
mano divina como hemos recibido de ella el cuerpo y el alma; y así como le
somos agradecidos por la luz de los ojos que nos ha dado, tanto y mucho más
debemos hacerle gracias por la luz sobrenatural de la fe, que ha infundido en
nuestras almas, y por la revelación que ha hecho a los hombres de su divina
verdad por medio de Jesucristo, testigo de sus soberanos secretos.
Oración: Te suplicamos,
oh Dios todopoderoso, que en esta
venerable solemnidad de tu confesor y pontífice san Maximino, acrecientes en
nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA
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