El valeroso defensor de la fe católica san Atanasio, nació de
nobles padres en Alejandría, para ser una de las más brillantes lumbreras del
orbe cristiano.
Acabados sus estudios, se retiró por algún tiempo
en el yermo, donde conversó con san Antonio abad, a quien dio dos túnicas para
el abrigo y reparo de su cuerpo.
Era todavía diácono cuando
asistió al gran concilio de Nicea, donde confundió al mismo Arrio en las
disputas que tuvo con él; y habiendo fallecido cinco meses después del concilio
san Alejandro, obispo de Alejandría, fué elegido Atanasio por común
consentimiento de todo el pueblo.
Los herejes que ya le conocían, se hicieron
a una para derribarle, y en el conciliábulo de Tiro, entre otros cargos, le
acusaron de haber violado una mujer, la cual, por persuasión de los arríanos y
dineros que le dieron, exclamaba allí que habiendo hospedado a Atanasio, le
había quitado por fuerza la virginidad.
Pero luego se conoció el embuste de la mala hembra,
porque Timoteo, presbítero de Atanasio, fingiendo que era él mismo Atanasio, le
dijo:
«Di, mujer, ¿yo fui huésped en tu casa? ¿Yo
he mancillado tu castidad?».
Y como ella respondiese a grandes voces y
con muchas lágrimas fingidas que sí, y lo jurase, y pidiese a los jueces que le
castigasen, vino a descubrirse toda aquella maraña, y paró en risa aquella
acusación.
Es imposible decir las calumnias y persecuciones que armaron los
herejes contra este santísimo patriarca.
Cuatro emperadores le persiguieron: Constantino Magno
con buen celo, pensando que acertaba, y Constancio su hijo, Juliano el Apóstata
y Valente como enemigos de Dios.
Escribió el símbolo que llaman de Atanasio,
el cual como regla certísima de nuestra santa fe ha sido recibido y usado de
toda la Iglesia.
Padeció largos destierros;
cinco mil hombres de guerra entraron para prenderle en su iglesia, y tuvo
que esconderse en los yermos, en una cisterna, donde estuvo seis años, y hasta
en la misma sepultura de su padre.
Cuando volvía a su Iglesia, le recibían como si viniera
del cielo, y era tal el fruto de su predicación y ejemplo, y tan grande la
porfía en las gentes sobre el darse a la virtud, que como él mismo escribe, cada
casa y cada familia parecía una iglesia de Dios.
Así ilustró y defendió la fe
cristiana durante medio siglo, y acabó su vida en santa vejez hasta que el
Señor fué servido de llevarle para sí y darle el galardón de sus largos
trabajos.
Reflexión:
En la vida
de este santo se ve la firmeza que el verdadero católico debe tener en todo lo
que toca a la pureza y entereza de nuestra santa religión; y los embustes y
artificios que usan los herejes para contaminarla y corromperla, valiéndose del
favor de los malos príncipes, los cuales, aunque algunas veces por razón de
estado, favorecían a Atanasio, pero nuestro Señor que quiere ser servido de los
príncipes con verdad, al cabo los castigó, a Constancio con una apoplejía, a
Juliano con una saeta, y a Valente con haberle quemado los bárbaros en una
choza; pero san Atanasio quedó triunfador de estos infelices tiranos y de todos
los herejes que con tan porfiada rabia y crueldad le persiguieron. Seamos, pues, como este gloriosísimo doctor fiel a Dios, y a
su santa Iglesia, y el Señor nos esforzará de manera que toda la potencia de
nuestros enemigos no podrá prevalecer contra nosotros.
Oración: Te rogamos,
Señor, que oigas benigno las súplicas que te hacemos en la solemne
fiesta de tu bienaventurado confesor y pontífice Atanasio, y que por los méritos
de aquel que te sirvió con tanta fidelidad, nos libres de nuestros pecados. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
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