La
gloriosa reina de Portugal doña Isabel, espejo de reinas y vivo retrato de princesas
casadas, fué hija de don Pedro, tercero de este nombre, noveno de Aragón, y de
la reina doña Constancia, y nació reinando en Aragón su abuelo don Jaime,
llamado el Conquistador.
Desde la
edad de ocho años rezaba el oficio divino, y a la edad de once la pidió y
consiguió por mujer don Dionisio, rey de Portugal.
No se envaneció ella por verse sentada
en el trono, antes acrecentó los ejercicios de oración y de caridad que en casa
de sus padres le habían enseñado.
Era muy
templada en el comer, modesta en el vestir, benigna en el conversar, y en gran
manera dada al divino servicio.
Por la
mañana rezaba maitines y oía misa cantada en su capilla, que tenía muy adornada
de ricos y preciosos ornamentos, y mucho más de virtuosos capellanes y excelentes
cantores, y cada día iba a ofrecer en la misa al tiempo que cantaban la
ofrenda, y puesta de rodillas besaba la mano al sacerdote y recibía su bendición.
Labraba con sus damas cosas que
sirviesen al culto divino, socorría a las doncellas pobres y huérfanas y ponía a
muchas en estado, porque no corriese peligro su castidad: visitaba a los enfermos, y los curaba con sus propias
manos sin asco ni pesadumbre, y el Jueves Santo lavaba los pies a algunas
mujeres pobres y con grande devoción se los besaba.
No se hacía iglesia, hospital,
puente u otra cosa en beneficio público, a que ella no extendiese la mano.
En
Santarén puso en perfección el hospital de los inocentes; en Coímbra junto a
sus palacios reales edificó el de los pobres enfermos; en la villa de Torresnovas
el recogimiento para las mujeres arrepentidas.
Fue el rey su marido en su mocedad
liviano con gran deshonor suyo y agravio de la santa, mas ella lo llevó todo
con tan grande paciencia que rindió el corazón del rey, y le sacó de aquel mal estado,
y cuando su hijo el príncipe don Alonso se armó contra su mismo padre, y
estaban los dos con ejércitos para darse batalla, sólo la santa logró ponerles en
paz y restituir la paz a todo el reino.
En la
hora que el rey su marido falleció se recogió ella a un aposento, y se cortó
los cabellos y se vistió el hábito de santa Clara; acompañó el cadáver al
monasterio de monjas de san Bernardo, en que el rey se había mandado enterrar,
y habiendo estado allí tres meses, partió a pie en romería para Santiago e hizo
al santo apóstol una ofrenda riquísima de muchas piezas de oro, piedras
preciosas, sedas y brocados.
Finalmente, después de una vida
tan santa fué visitada en su muerte por la Reina de los ángeles, y diciendo
aquellas palabras: «María, madre de gracia y madre de
misericordia, defiéndenos tú del maligno enemigo y recíbenos en la hora de la
muerte» dio su alma al
Creador.
Reflexión: La santa
y piadosísima doña Isabel, supo juntar con la grandeza y majestad de su estado,
la pequeñez y humildad de Cristo.
Por estas raras
virtudes mereció ser tenida y reverenciada por santa, no solamente en su
tiempo, sino también en todos los siglos posteriores; para que las grandes
señoras se miren en ella como en un clarísimo espejo, y conformen su vida con
la de la santa; y las mujeres de más baja condición se corran, considerando que
no hacen ellas lo que hizo tan gloriosa reina.
Oración: Oh
clementísimo Dios, que entre otros
dones con que enriqueciste a la santa reina Isabel, la favoreciste con la
gracia singular de aplacar el furor de las guerras; concédenos por su
intercesión la paz de esta vida mortal, que humildemente pedimos, y después los
dichosos gozos de la eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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