ORACIONES PARA TODO LOS DÍAS.
Acto de contrición: Dios mío, Padre Celestial, me pesa de todo corazón de
haberos ofendido y os pido perdón de mis pecados porque con ellos merecí las
penas del infierno, renové la pasión dolorosísima de Jesucristo, mi Redentor, y
sobre todo por haber con ellos ofendido a Vos que sois bondad infinita;
propongo con el auxilio de vuestra gracia jamás ofenderos y evitar todo cuanto
pueda desagradaros. Os lo pido por los méritos de mi Señor Jesucristo que con
Vos vive y reina con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Así sea.
Invocación: Prodigiosa Virgen Santa Marta, acudo a ti en demanda de
ayuda y protección. Por tu solicitud y fervor en el servicio del divino Maestro
Jesús, te ruego intercedas por mí y me obtengas de su amantísimo Corazón la
gracia que fervorosamente te pido y que espero no será óbice para mi bien
espiritual y eterno.
—Hágase la petición.
—Rezar tres veces el Padrenuestro y el Gloria.
Rezar a continuación el día que corresponda.
DÍA PRIMERO
Santa Marta gloriosa, que llena de humildad, hiciste saber a Jesús, en unión
con tu santa hermana María Magdalena la enfermedad de Lázaro vuestro hermano,
con este mensaje: “Señor,
mira que aquel que tu amas está enfermo”; infunde en mi alma sentimientos de humildad y de filial
confianza en la Providencia de Dios, para que merezca como tú la gracia que por
tu mediación solicito.
Jaculatoria: Señor, por el
amoroso hospedaje que siempre hallaste en Betania, en casa de los Santos
hermanos Lázaro, Marta y María Magdalena, oye mi petición y concédeme la gracia
que te pido. ¡Jesús dulcísimo óyeme!
—Tres Avemarías al Inmaculado Corazón de María
intercaladas con la jaculatoria:
—Dulce Corazón de María.
—Sed mi salvación.
Terminar con la oración final para todos los días.
ORACION FINAL PARA TODOS LOS
DÍAS
Fervorosa
discípula de Jesús, amable Santa Marta, cuya afanosa solicitud en el servicio
del Maestro Divino fue motivo para que oyeras de sus labios aquellas memorables
palabras: “Marta,
Marta tú te afanas y acongojas distraída en muchísimas cosas, y a la verdad que
una sola cosa es necesaria, que es la salvación eterna”; haz,
dulce protectora mía, que al buscar el remedio de mis necesidades temporales y
al atender al cumplimiento de las obligaciones de mi estado, jamás me olvide
que soy un viajero de paso por la tierra y en camino hacia la eternidad, y que
por tanto una sola cosa me es absolutamente necesaria, el obtener mi eterna
salvación.
Oh
dichosos hermanos, Lázaro, Marta y María Magdalena, rogad por nosotros y haced
que los que os invocamos y nuestras familias tengamos la dicha de reunirnos en
el cielo como vosotros para gozar para siempre de la gloria de Dios.
Oh
Santa Marta, por la señal de la Cruz que sostienes con tu diestra y por cuya
virtud venciste al dragón infernal que tienes humillado a tus pies, ayúdanos a
vencer las tentaciones y dificultades en esta vida, llevando con fidelidad la
cruz de nuestro estado, hasta conseguir como tú la victoria final sobre el
enemigo de nuestras almas. Así sea.
DÍA SEGUNDO
Santa Marta gloriosa, que, con tus palabras llenas de fe
y esperanza en el poder de Jesús, ausente en la muerte de tu hermano Lázaro: “Señor, si hubieses
estado aquí no hubiera muerto mi hermano”, conmoviste el corazón del Divino Maestro y oíste de sus
labios aquella promesa: “Tu
hermano resucitará”, obtén
para mi esta fe ciega en el poder de Dios y esta confianza en su bondad
infinita, que me hagan merecedor de la gracia que por tus ruegos solicito.
Jaculatoria: Señor, por la gratitud de tu Corazón divino a los
caritativos moradores de la casa de Betania, Lázaro, Marta y María Magdalena,
oye mi petición y concédeme la gracia que te pido. ¿Jesús dulcísimo óyeme!
—Tres Avemarías al Inmaculado Corazón
de María intercaladas con la jaculatoria:
—Dulce
Corazón de María.
—Sed mi
salvación.
Terminar con la oración final para
todos los días.
DÍA TERCERO
Santa Marta gloriosa, que oíste de labios de Jesús
aquellas palabras: “Yo
soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque hubiere muerto vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, aunque hubiere muerto vivirá. Y todo aquel
que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”, y tu llena de fe y perseverando en tu petición, le
respondiste: “Oh,
Señor, sí que lo creo, y que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has
venido a este mundo”; alcánzame
de Divino Maestro fervor y constancia en mi oración, para así merecer la gracia
que solicito.
Jaculatoria: Señor, por tus lágrimas de compasión derramadas en Betania ante el sepulcro
de Lázaro y por el milagro de su resurrección, obrado por ti como respuestas a
las suplicas de sus santas hermanas Marta y María Magdalena, concédeme la
gracia que te pido ¿Jesús, dulcísimo, óyeme!
—Dulce
Corazón de María.
—Sed mi
salvación.
Terminar con la oración final para
todos los días.
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