El heroico redentor de los
cautivos san Ramón, conocido por el nombre de Nonato o no nacido, por haber
nacido un día después de la muerte de su madre, fué natural de Portell en el principado
de Cataluña.
Tuvo natural inclinación a las letras y al estado eclesiástico; mas no
asintiendo en ello su padre, le envió como desterrado a una alquería para que
cuidase de aquella hacienda.
Había allí una
ermita de la Virgen santísima, la cual habló al devoto joven y le dijo: «No temas, Ramón, porque yo te
recibo desde ahora por hijo mío.»
Y habiendo hecho el santo mancebo voto de
perpetua virginidad, su Madre celestial le mandó que vistiese el hábito sagrado
de los religiosos de la Merced.
Fué luego Ramón a Barcelona y cumplió la
voluntad de la Virgen santísima, tomando aquel santo hábito, y como si con la
nueva enseña se hubiese revestido de nuevo espíritu, anduvo a pasos de gigante
por el camino de la perfección.
Se abrazaba en vivos deseos de redimir cautivos y librarlos del
inminente riesgo en que se hallaban de perder la fe.
A este fin pasó a África; y dio principio a su obra con tan ardiente
celo, que en poco tiempo rescató gran número de ellos, hasta el punto de agotar
todo el caudal que los cristianos le habían mandado de limosna.
No desmayó sin
embargo el apóstol de la caridad: sino que
compadecido de los que no pudiendo ya resistir más los ultrajes y malos
tratamientos de los infieles, trataban de dejar la fe, el santo se entregó a sí
mismo en rehenes, saliendo fiador por ellos con su persona, hecho cautivo por
amor de Dios y de los hombres.
En tal estado no cesaba de afear a los moros
los errores y vicios que les había enseñado su falso profeta, y de ensalzar la verdad
y pureza del Evangelio de Cristo; y les predicaba con tanto fervor y gracia del
cielo, que gran número de infieles abrazaron la fe católica.
Se enojó sobremanera el bajá por las
victorias que alcanzaba el apostólico varón; y mandó que le llevasen desnudo
por las calles y le azotasen delante de todo el pueblo, y que en la mayor le
barrenasen los labios con hierros encendidos, y le pusiesen un candado en la
boca para que no pudiese hablar más ni predicar la ley del Señor.
Todos estos oprobios y tormentos llevó el santo con admirable paciencia;
y extendiéndose la fama de sus heroicas virtudes por toda la cristiandad, y
llegando a oídos del soberano pontífice Gregorio IX, en testimonio de su amor,
le hizo cardenal de la santa Iglesia, y le ordenó que volviese a España.
Fué recibido el santo en Barcelona con gran pompa, y al pasar por
Cardona se sintió gravemente enfermo.
Entendiendo que
le llegaba el fin de su vida pidió los santos Sacramentos: y como se tardase el sacerdote
que había de administrárselos, el santo tuvo la dicha de ser viaticado por
ministerio de los ángeles, que se le aparecieron vestidos del hábito de su
religión, y consolado con esta visita celestial, dio plácidamente su espíritu
al Creador.
Reflexión: La caridad verdadera con obras
ha de mostrarse; y con obras costosas si es grande la caridad.
¡Cómo
condenan nuestro miserable egoísmo, y nuestra dureza con tantos necesitados no
menos del sustento del espíritu que del pan del cuerpo, los heroicos ejemplos
de san Ramón!
Temamos
la terrible sentencia que el juez supremo ha de fulminar contra los hombres que
fueron de duras entrañas con sus hermanos.
*
Oración: Oh
Dios, que tan admirable hiciste al bienaventurado
Ramón en rescatar cautivos del poder de los infieles: concédenos por su
intercesión que rotas las cadenas de nuestros pecados cumplamos con libertad de
espíritu tu santísima voluntad. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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