El purísimo y angelical
mancebo san Juan Berchmans, vivo retrato de las Reglas de la Compañía de Jesús,
fué natural de Diest, en el ducado de Brabante, y nació en el día de sábado,
consagrado a la Virgen santísima, con quien tuvo toda su vida muy tierna y
regalada devoción.
Madrugaba ya desde niño para oír muy de
mañana dos o tres misas antes de ir a la escuela; y se acostaba a veces muy
tarde para meditar en el silencio de la noche la sagrada pasión de Jesucristo.
Cuando se confesó para comulgar la vez primera, halló el confesor tan
limpia su conciencia, que apenas supo de qué poderle absolver.
En su
vida y costumbre parecía un ángel, y por tal era tenido; y con este nombre le
llamaban.
Rogó a sus padres que, a pesar de su pobreza, no le estorbasen el seguir
la carrera de la Iglesia, a la que Dios le llamaba: y así se concertaron con un
canónigo de Malinas, que le serviría en su casa, y aprendería al mismo tiempo
las letras humanas en el colegio de la Compañía.
Ponía gran cuidado en imitar las acciones y
ejemplos de san Luis Gonzaga; hizo, como él, voto de perpetua virginidad a
gloria de la sacratísima Virgen; y con su compostura refrenaba a sus
compañeros, de manera, que ninguno osaba a su vista desmandarse.
Más ¿quién podrá decir la suavísima
fragancia y hermosura de sus virtudes, cuando se trasplantaron, como flores del
cielo, de los eriales del siglo al paraíso de la religión?
Entró Juan en la Compañía a la edad de diez y siete años, y así en el
noviciado, como después en los colegios, vivió con tan grande ejemplo y opinión
de santidad, que a los que habían conocido a san Luis Gonzaga, les parecía haberlo
recobrado en la persona de nuestro santo mancebo.
No puso con todo la perfección de su santidad en asombrosas penitencias:
su grande penitencia, decía que había de ser la fiel observancia
de las reglas de la Compañía, sin apartarse de la vida común; y esto cumplió
tan perfectamente, que jamás pudieron sus superiores y compañeros notar cosa de
que poderle avisar: y él, mismo tenía escrito entre sus propósitos que antes
quisiera morir que quebrantar deliberadamente cualquier regla de la Compañía
por mínima que fuese.
Se había obligado con voto a defender la inmaculada
Concepción de María, y como hijo de tal Madre, guardaba tan rara modestia, que
por sólo ver su semblante hermosísimo y modestísimo acudían muchos a la iglesia
del Colegio Romano.
Nunca quiso levantar los ojos para mirar muchas
cosas dignas de ser vistas que hay en
Roma, y algunos que habían procurado saber de qué color los tenía, nunca lo
pudieron saber.
Enseñaba con gracia sin igual la doctrina a los pobres., y rogaba a los
superiores que le mandasen a la misión de la China, para alumbrar a aquellos
infieles y derramar si pudiese la sangre por Cristo.
Mas no era la patria de este ángel la tierra,
sino el cielo; y así a la edad de solos veintidós años, abrazado con el santo
crucifijo, el rosario y el librito de las reglas de la Compañía, entregó su
alma purísima al Creador.
Reflexión: Hallamos también escrito en el
libro de los propósitos de este santo mancebo: «Aborreceré
cualesquiera imperfecciones, que puedan menoscabar la castidad.»
Tomen, pues, los jóvenes por ejemplar de este
santísimo mancebo, el cual es especialísimo abogado contra las tentaciones
sensuales.
Oración: Te rogamos,
Señor, que concedas a tus siervos la gracia de saber
imitar los ejemplos de aquella, inocencia y fidelidad en tu divino servicio,
con los cuales el angélico joven Juan Berchmans, te consagró la flor de su
edad. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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