El gloriosísimo apóstol y fortísimo
mártir de Cristo san Bartolomé, fué natural de Galilea, hijo de Tolmai, y de
oficio pescador como su padre, según dice el historiador Josefo.
Luego que fué llamado por Jesucristo, lo
dejó todo para siempre; y así fué testigo de casi todas sus palabras, obras y
prodigios.
Después de la pasión y muerte de Cristo vio
muchas veces al Señor vivo y resucitado, y fue testigo ocular de su gloriosa
Ascensión a los cielos.
Y a los cincuenta días de la Resurrección, habiendo recibido el Espíritu
Santo y el don de lenguas, al tiempo que los apóstoles dividieron entre sí las
provincias del mundo para predicar el Evangelio, cupo
a san Bartolomé la misión de Licaonia, de Albania, de las Indias orientales y
de Armenia.
Se llevó consigo el libro del Evangelio, escrito
por san Mateo en lengua hebrea, y como dice san Crisóstomo, por todas partes
donde esparcía las primeras semillas de la fe, eran tan colmados los frutos,
que los gentiles se asombraban de la rara mudanza de costumbres, y de la
pureza, templanza y virtud de los pueblos que se convertían.
De la Licaonia pasó a la India citerior, como lo escriben Orígenes, Eusebio
y san Jerónimo; y añade san Panteno que más tarde se halló en aquella región
una copia del Evangelio hebreo que llevaba consigo el santo apóstol.
SAN BARTOLOME, apóstol. |
De allí
vino a la mayor Armenia, y a la ciudad, que era cabeza de aquel reino, donde había
un templo del famoso ídolo llamado Astarot, en el cual el demonio con sus embustes
daba oráculos y prometía la salud a los que le sacrificaban; mas habiendo el
santo entrado en aquel templo, el ídolo enmudeció, causando esto grande asombro
a aquella miserable gente.
Acudieron para saber la causa de aquel extraño silencio a otro ídolo llamado
Berit, el cual respondió que la causa no era otra que la presencia de un hombre
de Dios llamado Bartolomé, a quien el espíritu del oráculo había visto cercado
de muchedumbre de espíritus celestiales, muy poderosos.
En
esta sazón el santo apóstol hizo pedazos el ídolo y lanzó el maligno espíritu
que afligía sobremanera a una hija del rey armenio llamado Polemón, el cual
abrazó la fe de Cristo y se bautizó con toda su corte y familia.
Quisieron vengarse los sacerdotes de los ídolos, y acudieron a un
hermano de aquel rey, que se llamaba Astiages, y tenía su estado en otra parte
de Armenia, persuadiéndole que si no daba muerte a Bartolomé vería la ruina del
culto de sus dioses, y también la de su casa, familia y reino.
Mandó
pues Astiages, con falso pretexto de convertirse, llamar al santo apóstol, que
deseaba ya terminar su carrera y unirse con Cristo; y cuando lo hubo en su
poder el bárbaro tirano, ordenó que le hiriesen con varillas de hierro, que le
desollasen vivo, y finalmente le cortasen la cabeza.
Reflexión: Cuando los fieles visitan en Roma
la iglesia de san Bartolomé y contemplan junto al sepulcro del santo que está
debajo del altar mayor, una estatua preciosa que lo representa muy al vivo y
tal como quedó después del suplicio, llenan sus almas de compasión y sus ojos
de lágrimas.
Mas ¿qué
fuera ver el mismo cuerpo del santo tan sangriento y desollado por amor de
Cristo? ¿Quién no reconociera en aquella llaga de todo su cuerpo un sello auténtico
y testimonio irrecusable de la verdad evangélica que predicaba el santo
apóstol?
Oración: Todopoderoso y sempiterno Dios que nos
llenas de espiritual alegría con la fiesta de tu bienaventurado apóstol san Bartolomé;
concede a tu Iglesia la gracia de amar con grande estima la verdad de la fe que
creyó, y de ensalzar lo que enseñó. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
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