El apostólico maestro de los
niños pobres, y gloriosísimo fundador de las Escuelas Pías, san José de
Calasanz, nació en la villa de Peralta de la Sal.
Tuvo desde muy niño singular devoción con
nuestra Señora, y de ella predicaba a los otros niños, los cuales le llamaban
el Santico.
Graduado de doctor en filosofía y derecho civil y canónico en la
Universidad de Lérida, pasó a Valencia para cursar la Teología, donde se libró
como el casto José de un gran peligro de perder la joya de la castidad, que
había ofrecido con voto a honra de la Madre de Dios.
Ordenado de sacerdote hizo oficio de secretario en
las cortes que Felipe II tuvo en Monzón, y en la visita del mismo rey al
monasterio de Montserrat, fué muy honrado por su obispo diocesano de Urgel.
Pero se sentía el varón de Dios poderosamente movido a ir a Roma, donde
el Señor le había de mostrar su voluntad, y
habiendo allí visto un día unas cuadrillas de muchachos que se apedreaban y
decían muchas blasfemias y maldiciones, oyó en su interior aquellas palabras
del salmo: «Para
ti queda reservado el cuidado del pobre»; y
de acuerdo con el párroco de santa Dorotea, que le ofreció su casa para escuela
de niños pobres, dio principio a sus Escuelas Pías, siendo de edad de cuarenta y
un años.
Las contradicciones que hubo de vencer el santo para llevar adelante tan
santa obra fueron extraordinarias sobremanera y las mayores que podían ser.
Porque no sólo procuraron apartarle de su
propósito, ofreciéndole muchas veces hacerle obispo y también cardenal, sino
que los primeros compañeros que tuvo le abandonaron, le faltó el lugar de la
escuela, fué calumniado por los otros maestros de las escuelas, y delatado
muchas veces ante el romano pontífice: y cuando superados con el favor de Dios todos
estos impedimentos, tenía ya su nueva Religión aprobada por Gregorio XV, e
ilustrada con muchos varones nobles y santos, y maravillosamente extendida casi
por toda la cristiandad, por la malicia del demonio y de los émulos, fué depuesto
del generalato, y reducida su religión a congregación de sacerdotes seglares, y
tan caída, que sólo podía esperarse que se diluiría como la sal en el agua.
Mas el santísimo y pacientísimo fundador, dijo como Job: El Señor lo dio, el Señor lo
quitó, sea bendito su santo nombre.
Y el Señor en retorno esclarecía a su siervo tan humillado y perseguido,
con soberanas revelaciones y dones de profecía y de milagros, de manera que no
parecía sino que había puesto en sus manos la salud y la vida para darla a los
enfermos y a los difuntos por quienes hacía el santo oración.
Finalmente habiendo alcanzado la gracia de morir
en la cruz de los trabajos y persecuciones, a la edad de noventa y dos años,
descansó en el Señor, y se cumplió después la profecía que hizo diciendo que no
perecería su religión, la cual fué reintegrada por Clemente IX.
Reflexión: Nunca podrá ser bastantemente ponderada
la trabajadísima y heroica empresa de educar cristianamente a los niños que san
José de Calasanz escogió para sí y para su Religión, tan benemérita de la
Iglesia y de la sociedad.
¿No son los niños, quienes más tarde han de formar
la sociedad? ¿Y no pende principalmente de la primera educación, el porvenir de
ella, y el bien temporal y eterno de los individuos y de la familia?
Oración: Oh Dios,
que
por medio de tu confesor san José, te dignaste proveer a tu Iglesia de un nuevo
auxilio para educar a la juventud en las letras y en la piedad, concédenos por
su intercesión, que a su ejemplo obremos y enseñemos de modo que consigamos la
eterna recompensa. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA
CRISTIANA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario