—Fueron estas santas españolas, naturales de Játiva, en el reino
de Valencia. El apóstol san Pablo fué a predicar el Evangelio en aquella
ciudad, y movidas las santas de las palabras del apóstol, abrazaron la fe de
Jesucristo, pidieron el santo bautismo, que recibieron después de haber sido
instruidas en los santos misterios de nuestra religión. Partió san Pablo a Roma
y le siguieron Basilisa y Anastasia, hallándose presentes al martirio de los santos
apóstoles Pedro y Pablo, contribuyendo a dar sepultura a sus sagrados cuerpos. Sabedor el cruel emperador Nerón de
lo que habían practicado las santas, las mandó prender inmediatamente y
ponerlas en una oscura y estrecha cárcel.
Presentadas delante del juez, a pesar de
haberse valido éste de cuantos medios le sugería su loca incredulidad, no pudo
vencerlas, por cuyo motivo las afligió con diversos géneros de tormentos. Las santas vírgenes permanecieron constantes en la fe,
predicando y alabando el santo nombre de Jesús, hasta que mandando cortarles la
lengua, pies, manos, pechos y cabeza, entregaron sus almas a Dios.
Los reyes de España
poseen el cuerpo de santa Anastasia, que se venera hoy día en su capilla, por regalo
que de él les hizo el sumo pontífice Urbano VIII. Tuvo lugar el martirio de
estas santas en Roma al 15 de abril del año 69.
LA LEYENDA DE ORO—1896.
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