miércoles, 14 de abril de 2021

MEDITACIÓN: SÁBADO DE PASCUA.


 


Tomado de “Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San Sulpicio.

 

 

 

El Evangelio según San Juan, XX, 1-9

 

 

“Y el primer día de la semana, María Magdalena vino temprano, cuando aún estaba oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Corrió, pues, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto. Y ambos corrieron juntos, y ese otro discípulo adelantó a Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y al inclinarse, vio los lienzos puestos; pero no entró. Entonces vino Simón Pedro, siguiéndole, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos, y la servilleta que había estado alrededor de Su cabeza, no con los lienzos, sino aparte, envuelta en un solo lugar. Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro; y vio y creyó. Porque todavía no conocían la Escritura, que era necesario que resucitara de entre los muertos.”

 

 


 

RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE

 

 

   Mañana meditaremos en dos visitas a la Tumba de Nuestro Señor, como se relata en el evangelio del día: por las santas mujeres; por San Pedro y San Juan.

 

   Luego tomaremos la resolución:

   poner al servicio de Dios el mismo fervor que tenían las santas mujeres cuando buscaban a Jesús resucitado;

   animarnos a la práctica de la virtud mediante el buen ejemplo que nos dé el prójimo.

   Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San Agustín: “¿Qué han hecho tales y tales personas, por qué no debería yo?”

 

 

 


MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

 

 

   Adoramos a Jesús, que ha resucitado gloriosamente del sepulcro, dejándose buscar por las santas mujeres y por los apóstoles San Pedro y San Juan. Actúa por amor. Se esconde del alma para que le busque; para que, buscándolo, lo desee cada vez más, y para que, al desearlo cada vez más, aumente en amor y en méritos. ¡Oh, qué bueno y amable es Jesús en todos sus caminos! ¡Rindámosle nuestro homenaje de adoración, alabanza y amor!

 

 

 

 

PRIMER PUNTO: Visita de las Santas Mujeres al Sepulcro.

 


 

   Temprano en la mañana (Juan XX, 1) del sábado, antes de que amaneciera, las santas mujeres vinieron al sepulcro del Salvador y, hallando la piedra que había cerrado la entrada, la quitaron; corrieron, llenos de dolor, a decirles a los apóstoles que se habían llevado el cuerpo. Los apóstoles tomaron estos relatos como sueños y no creerían en nada. Fue una incredulidad que entró maravillosamente en los designios de Dios; porque así quedó probado que los testigos y los predicadores de la resurrección no pertenecían al número de esas mentes crédulas que creen, sin prueba alguna, todo lo que se les dice. No solo eran hombres de mente seria, que no creen salvo después de un examen estricto y con buena evidencia, sino que también eran hombres cautelosos, que estaban dispuestos a no creer en meras pruebas indiferentes y a no ceder ante nada excepto en pruebas que eran perfectamente claro. Ahora bien, esto era precisamente lo necesario, tanto para decidir la adhesión de todo el universo al gran hecho de la resurrección, base de toda nuestra creencia, como para enseñarnos a no ser ni demasiado crédulos ni demasiado incrédulos. Creer a la ligera y sin discernimiento es ser imprudente y faltar en el buen sentido; no creer, porque estamos decididos a no hacerlo, sin siquiera estar dispuestos a examinar si existen razones sólidas para creer, es una infidelidad. La sabiduría consiste en mantenernos entre los dos extremos para no creer nada a la ligera, para no ser engañados; a prestarnos voluntariamente al examen de las razones, con disposición a creer lo que se pruebe. ¿Es esta nuestra forma de proceder? ¿No convertimos a veces en ridículo, antes de haber hecho cualquier examen, la sencillez de quien cree en ciertos hechos extraordinarios? ¿Somos nosotros mismos tan reservados en nuestras críticas como lo somos en nuestras alabanzas? Cuando estudiamos un hecho que nos parece extraño, ¿no lo hacemos con prejuicio y con el deseo de descubrir que es falso? ¿Aportamos a este estudio la franqueza y el amor a la verdad?

 

 

 

 

SEGUNDO PUNTO: Visita de San Pedro y San Juan al Sepulcro.

 

 


    San Pedro y San Juan, menos prontos que los otros apóstoles a condenar a las santas mujeres, se dirigieron al sepulcro (Juan XX, 3). Van allí con alegría, porque ven, en ausencia del cuerpo, la prueba de que ha resucitado, como había predicho. La fe y el amor parecen darles alas, y corren a toda prisa hacia el sepulcro. ¡Maravilloso efecto de la fe y el amor! El que cree y ama lo hace todo con alegría; corre, vuela; nada lo detiene; no siente la dificultad; no sabe nada de lo imposible. Con la mirada fija en el cielo y el amor en el corazón, su valentía no conoce límites. No sólo San Pedro y San Juan parten con alegría, sino que hay entre ellos una santa emulación, que nos enseña a competir entre nosotros en cuanto a quién será el más ferviente, el más humilde, el más caritativo. San Juan llega el primero, escéptico porque era más joven, pero no entra; se queda afuera en la puerta, mortificando así su curiosidad y, al mismo tiempo, cediendo a San Pedro el honor de ser el primero en entrar, para honrar en él al jefe del apostolado, el doctor de la fe en cuyos pasos debe seguir todo el rebaño. Pedro llega, ve los lienzos, con el sudario doblado en un lugar aparte. Juan viene a continuación; él ve como Pedro, y ambos creen sin vacilar, no como María Magdalena, que su Maestro había sido llevado, pero que Jesús realmente había resucitado y, por lo tanto, era verdaderamente Dios. ¡Qué hermosa lección de mortificación, humildad y fe en estos santos apóstoles!



No hay comentarios.:

Publicar un comentario