—En Constantinopla,
la fiesta de san Pablo, obispo de la misma ciudad, que, echado muchas veces por
los arríanos en odio de la fe católica y restablecido por san Julo, pontífice
romano, fue desterrado por Constancio, emperador arriano, á Cucusa, ciudad
chica de Capadocia, donde, habiendo sido cruelmente ahogado por manejos
arríanos, pasó a mejor vida en el reino de los cielos. Su cuerpo fue trasladado
a Constantinopla con los mayores honores, en tiempo del emperador Teodosio.
—En Egipto, san Licarión,
mártir, que, desgarrado, azotado con varillas de hierro rusiente y
horriblemente atormentado de otros diferentes modos, puso fin a su martirio con
la espada.
—En el pueblo de San Pauliano del
Velay, san Marcelino, obispo, cuyo cuerpo es venerado en Monistrol, en la
iglesia de su nombre.
—El mismo día, santa Orcina,
virgen, enterrada en San Víctor del Mans.
—En Bretaña, san Meriadec, obispo
de Vannes.
—En Savins, entre Provins y Sigy,
san Lié, mancebo de peregrina hermosura.
—En Cesárea en
Palestina, el martirio de san Procopio, el primero de los que padecieron en
Palestina durante la persecución de Diocleciano.
—En Alejandría,
santa Potamiena, sirvienta, virgen y mártir, cuyo martirio, según Pallade, fue
referido por san Antonio a san Isidoro, el Hospitalario.
—Entre los Griegos, santa
Sebastiana.
—En la diócesis de Aichstat de
Baviera, san Diegro, abad de Hernríed.
—San Pedro y cinco compañeros
mártires de Córdoba.
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