LOS
MÁRTIRES.
En
este mundo, no lo olvidemos, el martirio es sobre todo el acto supremo de la
fe, que merece y produce la luz. No dudemos de que la Sabiduría divina haya
juntado los dos hechos que la Iglesia nos recuerda en este día, ella para
quien, desde el trono de su eternidad es como un juego el peso, la medida y los
números de este mundo. Estimemos en su justo valor, como hijos de la luz, los
rayos que llegan hasta nosotros desde las colinas eternas. Son la gracia
excelente que el apóstol Santiago, hermano del Señor, nos muestra que desciende
del cielo, a quien llama, en cuanto fuente de todo bien perfecto, Padre de las
luces; son el precio de la sangre que nuestros padres han derramado para
defender y desembarazar siempre más, en su amplitud divina, la palabra confiada
por el Verbo a la Iglesia.
LOS
SIETE MÁRTIRES Y SU MADRE.
Hoy Se hace conmemoración de santa Sinforosa y de sus siete hijos mártires.
Los historiadores modernos, por ser Sinforosa la traducción griega de
Felicidad, se preguntan si no sería este el grupo de mártires celebrados el 10
de julio. Las Actas del martirio casi no merecen crédito, más con todo ello su
culto en Tívoli es bastante antiguo, y son honrados de modo particular en Roma
en la diaconía de San Miguel. Unámonos a este culto y a estos honores al
repetir la Colecta de Misa; "Oh
Dios que nos concedes celebrar el aniversario de tus santos mártires Sinforosa
y de sus hijos; concédenos gozar de su compañía en la felicidad eterna." Por
Jesucristo Nuestro Señor.
SANTA
SINFOROSA (¿?-¿120?) nació muy probablemente en
Roma, en la época en que el cristianismo primitivo comenzaba a esparcirse
rápidamente por todo el Imperio Romano.
Santa Sinforosa era la viuda de San Getulio,
quien
había sido tribuno militar romano, y por practicar el cristianismo había sido decapitado.
Presintiendo que el emperador Adriano
se
volvería en su persecución, Santa Sinforosa se refugió en Tívoli con sus siete
hijos: Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y
Eugenio.
Permanecieron escondidos por siete
meses, y durante ese tiempo Santa Sinforosa se preocupó por enseñarles los aspectos más profundos de la doctrina,
preparando a sus hijos para los horribles sucesos que habrían de suceder.
Eventualmente las autoridades los
capturaron y los condujeron a la presencia del emperador. Adriano les exigió
que adoraran a los dioses de Roma, pero ellos se rehusaron terminantemente.
Santa Sinforosa recibió
la corona del martirio cuando después de sufrir distintas torturas, se le ató
una pesada piedra al cuello y se le arrojó al río Teverone, que corre próximo a
Tívoli. Sus restos fueron rescatados por su hermano, quien le dio cristiana
sepultura al lado de su marido San Getulio.
Cada uno de sus hijos padeció una
forma distinta de martirio. Crescente fue
atravesado con una lanza por el cuello, Julián por el pecho, Nemesio por el
corazón, Primitivo por el ombligo, Justino por la espalda, Estacteo por el
costado y Eugenio de arriba abajo.
A los cadáveres de los
jóvenes los arrojaron a una fosa común, aunque luego fueron rescatados gracias
a la comunidad cristiana.
Siglos más tarde, en
752, las reliquias de Santa Sinforosa y de sus siete hijos fueron trasladadas
junto con las de San Getulio a la iglesia de San Ángelo, en Roma. En 1587, las
reliquias se depositaron en un sarcófago de mármol.
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