El bienaventurado san Euquerio nació en Orleans, ciudad
principal de Francia, de padres nobles, ricos y piadosos, y aunque estaba
dotado de los dones naturales que el mundo estima, mucho mayor era el adorno y
atavío de su alma, y así huyendo de las tempestades del siglo, se acogió al puerto
seguro de la Religión, y en el monasterio Cemético tomó el hábito de monje.
Fue tan grande la luz de su santa vida, que
muriendo en aquella sazón el obispo de Orleans, que era su tío, todo el pueblo
envió una embajada a Carlos Mariel (que aunque no era rey, gobernaba el reino
de Francia como si lo fuera) suplicándole que les diese a Euquerio por obispo. No se puede creer la pena que recibió el santo cuando lo
supo, pero bajó la cabeza y llorando él, y llorando los monjes, se partió del
monasterio y vino a Orleans, donde fue consagrado de los obispos y colocado en
su cátedra con extraño regocijo de todo el clero y pueblo.
Hizo el santo su oficio de pastor con gran vigilancia
y cuidado, y todos le querían y reverenciaban como a padre, y publicaban sus alabanzas
por todas partes. Más todo esto no bastó para que no padeciese muchos trabajos,
porque como reprendiese a Carlos Martel porque se metía en los bienes de la
Iglesia como si fuera señor de ellos, mal aconsejado el príncipe por ministros
codiciosos y lisonjeros, desterró al santo obispo a la ciudad de Colonia.
Aquí fue recibido como un ángel venido del cielo, y
regalado y servido tanto, que Martel, temiéndole, le envió al duque Roberto, amigo
suyo, para que le guardase, y el duque, conociendo los méritos de Euquerio, le
recibió con suma alegría y le entregó su hacienda para que la repartiese a los
pobres a su voluntad. Mas el santo no quiso del duque sino que le dejase
libremente en la iglesia de san Trudón, donde olvidado de todos los cuidados de
la tierra, se entregó enteramente a las cosas del servicio divino.
Seis años pasó en aquel retiro, llevando una vida enteramente
celestial; multiplicó sus penitencias, austeridades y vigilias, y pasaba los
días y gran parte de las noches en la oración.
Fue tanta la fuerza de su buen ejemplo, que
con su vida santísima se movieron los monjes del monasterio de aquel lugar, a
la imitación de las heroicas virtudes del santo prelado, porque no les parecía
sino ver en él un venerable anacoreta venido del desierto, o un ángel revestido
de carne humana.
Finalmente, queriendo el Señor premiar los trabajos de su
siervo fidelísimo, le llamó para sí, del destierro a la patria feliz de los
bienaventurados por una muerte preciosa. Fue su dichoso tránsito el día 20 de
febrero, y al poco tiempo ilustró el Señor el sepulcro del santo con muchos y
estupendos milagros.
Reflexión:
No hay duda
sino que nuestro Señor ha dado severísimos castigos a muchos que han metido las
manos en los tesoros de la Iglesia, y de esto hay grandes y numerosos ejemplos
así pasados como presentes, y puesto caso que Carlos Martel no se condenase,
aunque lo piensan algunos por una revelación que citan de san Euquerio, con
todo es lo cierto que padeció una pena temporal de angustias y aflicciones
durísimas que le acabaron la vida, como dice el cardenal Baronio. Y así, no sin
mucha razón ha sido celebrada la expresión de un hombre político de nuestros tiempos
que decía: «Yo no sé lo que tiene la carne del Papa, que quien la
come, revienta.»
Oración: Te rogamos,
Señor, que oigas nuestras súplicas en la solemnidad de tu bienaventurado
confesor y pontífice Euquerio, y por los méritos e intercesión de este santo
que dignamente te sirvió, absuélvenos de todos nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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