El Miércoles de Ceniza,
desde el punto de vista litúrgico, es uno de los días más importantes del año. En primer lugar, este día inaugura el tiempo litúrgico de la
Cuaresma, que formalmente comienza con su Primer Domingo, y se comprime en sólo
treinta y seis días. La adición
del Miércoles y de los tres días siguientes elevan el número a cuarenta, que es
el número de días que ayuno Nuestro Señor en el desierto.
En la Antigua Ley las cenizas generalmente eran una
expresión simbólica de pena, luto, o arrepentimiento. En la primitiva Iglesia el uso de cenizas tenía
un significado parecido, y con el uso de un manto rústico formaban parte de la
penitencia pública. La bendición de las Cenizas es uno de los grandes ritos
litúrgicos del año. Originalmente fue instituido para los penitentes
públicos, pero ahora es para todos los cristianos, pues la Cuaresma debería ser
un período de penitencia para todos. Las cenizas que se usan en este día se obtienen de la
quema de los ramos de olivo y las palmas del año anterior. Ellas son bendecidas
mediante cuatro antiguas plegarias, asperjadas con agua bendita e incensadas,
luego de lo cual se aplican en forma de cruz sobre la frente de los fieles,
diciendo estas palabras: “ACUERDATE, HOMBRE, DE QUE
ERES POLVO, Y EN POLVO TE HAS DE CONVERTIR”.
Las antiguas oraciones
de la bendición nos sugieren
pensamientos alusivos al comienzo de la Cuaresma. Los
resumimos así: “Dios eterno y
todopoderoso, perdona a los penitentes…bendiga y santifique estas cenizas, para
que sean remedio saludable…Oh Dios, que no quieres la muerte, sino la
penitencia de los pecadores…estas cenizas que vamos a recibir en nuestras
cabezas…reconociendo que somos polvo y en polvo debemos convertirnos,
obtengamos de tu misericordia el perdón de nuestros pecados y el galardón
prometidos a los que hacen verdadera penitencia”.
MISAL DIARIO
Católico Apostólico
Romano-1962.
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