La Cátedra de san Pedro en Antioquía la celebra la santa Iglesia
para declararnos el beneficio que todo el mundo recibió en la institución de la
Cátedra apostólica, y en la potestad que Cristo nuestro Señor dio al Príncipe
de los apóstoles, cuando le hizo su Vicario y piedra fundamental de la Iglesia.
Después que el Señor subió a los cielos, el glorioso
apóstol san Pedro comenzó a ejercitar su oficio de Pastor universal, presidiendo
en los concilios de Jerusalén y hablando como lengua de todos los otros
apóstoles, mas pasando luego a Siria, entró en la ciudad de Antioquía, que era
metrópoli de las demás, donde por divina ordenación había de poner su primera Cátedra.
Allí padeció al principio muchas y graves tribulaciones,
y fue escarnecido, afrentado, encarcelado y perseguido por los que eran
enemigos de la luz y de la verdad, pero después que recibieron el Evangelio, y
salieron de la ceguedad en que estaban, le honraron mucho, y aun edificaron un
templo al Dios verdadero y pusieron en él una Cátedra en que el santo apóstol
se sentase para predicarles y satisfacer a sus dudas y declararles cuál era la
verdadera doctrina de Dios.
Y fueron tantos los que se convirtieron, que
allí comenzaron los fieles a llamarse Cristianos, llamándose antes con el nombre
de Discípulos.
Siete años estuvo san
Pedro en Antioquía, aunque no siempre moraba en aquella ciudad, sino que como
Pastor universal visitaba las otras iglesias.
Traspasó después su Silla apostólica a la ciudad de Roma,
que era señora del mundo, y abrazaba en sí, como dice san León, a todos los
monstruos de los falsos dioses que en las otras provincias la ciega gentilidad adoraba; para que
resplandeciese más la nueva luz del Evangelio en aquel abismo tan profundo y de
tanta obscuridad, y conquistada la cabeza y el alcázar del imperio romano, más
fácilmente se sujetasen las demás ciudades y provincias al suave yugo de la fe
de Cristo, que había venido del cielo para alumbrar y salvar a todos los
hombres.
Y así
nuestro Señor, que fue declarado Rey en aquel título que en tres lenguas: hebrea, griega y latina, se puso sobre, el glorioso estandarte
de la cruz, ordenó que el Príncipe de los apóstoles, san Pedro, predicase como
Vicario de Cristo, primero a los judíos, después a los griegos y finalmente a
los romanos, para que se entendiese que era pastor universal de todos, y que lo
son sus sucesores.
Reflexión: Desde que san
Pedro puso su Cátedra en Antioquía ha habido sin cesar en la tierra un soberano
tribunal que con divina autoridad ha fallado siempre en las cuestiones más
graves que pueden ofrecerse a los hijos de Adán. ¿Vamos bien o mal a nuestro eterno destino? A esta
duda espantosa sólo puede responder y responde seguramente el lugarteniente de Cristo
sobre la tierra. La visitó el Hijo de Dios, que era
la luz increada: enseñó a los
mortales la verdad de Dios en su divino Evangelio, y subiendo después a los
cielos de su gloria, constituyó a san Pedro y a sus legítimos sucesores
oráculos de su verdad hasta el fin de los siglos. Reconozcamos, pues, este grande e incomparable
beneficio; celebremos con toda la veneración de nuestras almas la Cátedra de
san Pedro, y cuando se trate del negocio de toda nuestra eternidad, digamos: yo no quiero fiarme de las doctrinas de los hombres, ni aun de
mis propias ideas, sino de las doctrinas de Cristo Dios y de su santa Iglesia.
Oración: ¡Oh Dios y
Señor! que entregando las llaves
del reino celestial a tu apóstol el bienaventurado san Pedro, le diste potestad
para atar y desatar los lazos de la culpa, te suplicamos que por su intercesión
seamos libres de las cadenas de nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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